Por regla general, el ser humano no posee el juicio necesario para sopesar las razones y decidir entre la verdad y el error. […] por eso la cuestión para él no puede ser alcanzar una convicción fundada en razones, sino que está obligado a creer en base a la autoridad. Incluso si una filosofía realmente verdadera hubiese tomado el lugar de la religión, sería aceptada por al menos nueve décimas partes de los seres humanos sólo por la fuerza de la autoridad y, por tanto de nuevo se trataría de una cuestión de fe.
Arthur Schopenhauer