Y siempre habrà una vez
Te matare, sin tañer las campanas
y sin doblar los goznes del insomio.
Sin la espalda de Damocles
ni los principios de Arquìmedes.
Sin votos academicos ni juramentos falsos;
casi sin zapatillas de charol.
Sin cita del toro entre la arena.
Solo por el placer
de introducir tu alma al infinito
yo tendrè que matarte.
Te matarè, sin afilar la punta de los làpices,
aunque me guste tanto dar vuelta al sacapuntas
hasta caer al suelo sin aliento.
Sin vestirme de azul para la fiesta
ni alquilar ningùn coche deportivo
llegarè, nada mas para matarte.
Sin vender la noticia a los periòdicos
para que aumente el numero de anècdotas
en la pagina roja
Sin que el circulo ambiguo de tu aliento
tenga tiempo siquiera
de atraer a los buitres.
Sin recordarte que siempre fuiste un templo
del Espiritu Santo.
No vayas a pensar que esto te lo digo
por ser noche de sabado,
ni por haber reñido en un burdel
o beber demasiado.
Lo digo por que aguardo en la escalera,
por que acecho debajo de las gradas
a que atravieses el portal.
Te matarè con sobrios afanes metafisicos;
con intencion de dar vuelta al destino.
Pero no somos dueños del destino.
Se que replicaràs.
Mas ya no escucharè;
por que en esos momentos,
estrellarè tu frente
contra el mosaico de las escaleras
y nadie acudirà.
Tù pediras auxilio a los cuatro elementos
y hacia los cuatro puntos cardinales.
Imploraràs ayuda en nombre
de las cuatro estaciones.
No estaràn ni siquiera los bomberos
para calmar la hoguera que formamos
bajo la luna de septiembre.
Te matarè sin reparar la honra
y a destiempo quizà;
pero lo hare para que ya no digas
que sigo siendo vìctima del modo
como pronuncias las vocales.
Todo se harà sin derramar la sangre
por la tina de baño,
ni borrar estas huellas digitales
con que apenas ayer te acariciaba.
Te matarè sin carteles publicitarios
ni desplegados comerciales.
Sin consultar a los agentes de viaje,
sobre los sitios donde tù estuviste
para matar mi amor.
Te matarè con lujo de detalles,
con toda la nostalgia del infierno,
con los tapones de cera en los oìdos.
Volveràs a gritar inùtilmente,
porque asi casi en frìo,
golpearè tu cabeza contra el muro,
y entonces ya sabre lo que callabas
al decir otra cosa,
y no convocarè ya mas tu imagen
al cruzar por los mares.
Solamente los golpes de tu cràneo
traspasaran mi amor,
y el aire seguira trazando circulos
alrededor de tu cabeza
antes de que las hormigas se percaten
de tu inmortalidad.
Asi te quedaràs por un momento,
sin mover los pàrpados,
mientras se desintegra tu cerebro
en los primeros seis minutos,
mientras en el transcurso de una hora
tu miocardio esta roto.
Y despuès pasaràn otras dos horas
mientras se pudren tus riñones,
pero tu nombre seguira vigente
en el archivo del Seguro Social.
Te iràn borrando asi de todas partes,
con excepciòn de aquel recodo del camino
donde aprendiste a conducir.
Te matarè para que ya no sigas
trabajando sin tregua,
para que los amigos se desdigan
si acaso alguna vez te maldijeron.
Y siempre habrà una vez,
como en los cuentos,
en que al hojear un libro policiaco
donde tal vez guardabas
sin abrir esta carta,
correras a cerrar todas las puertas
sin mirar hacia atràs.