Nunca
hay un instante en el que se puede decir “supe que lo amaría por el resto de mi
vida”. Eso es payasada de películas de Estados Unidos.
Cuando
tienes setenta y siete años y ves al pedazo de pellejo que está a tu lado, sólo
aciertas a decir “es un misterio por qué sigo aquí”.
Algunos
conocen el amor aniquilante y pasional.