Con las últimas lluvias
me han crecido los ojos.
Se derraman con avidez en tierra seca.
Se extienden como un alud de moscas por el lodo.
Nada detiene a mis ojos cuando llueve.
Ni aquellas nubes por cimas atrapadas
ni los sapos que pegan, después de muertos,
en las campanas del cementerio.
Nada detiene a mis ojos cuando llueve.
Déjalos acercarse. Van a lamer tus dedos.
Francisco Hernández.