Porque puedo comer en un mercado, en la fiesta de un pueblo, o en el Rivoli. Porque he pedido dinero para un boleto del metro y también he podido comprar un auto. Porque he visitado cualquier tipo de lugares dándole el mismo valor. Porque la crisis no me agobia tanto ni me deprime no tener un Mercedes. Porque puedo decir que Karl Marx tenía buenas ideas al igual que Adam Smith. Porque me la puedo pasar igual de bien en una fiesta de barrio como en una cena de la embajada. Porque no me importa el ‘qué dirán’ ni el ‘quiero ser’. Porque he dormido sobre la playa, en el bosque, o en un lujoso hotel. Porque no me siento mejor que nadie ni dejo que alguien me pisoteé porque cree que es más que yo. Porque puedo ir un día a las luchas y horas más tarde ir a la ópera. Porque sé que no moriría de hambre y también que el dinero no es lo primordial. Porque puedo viajar y cuando lo hago me pierdo en las calles sin preocuparme por mi seguridad. Porque me he puesto borracho con mezcal, aguamiel o pulque, como con whisky y coñac. Porque siento curiosidad por el mundo. Porque puedo utilizar sin pena unos tenis que me costaron 30 ó mil pesos. Porque he estudiado en una escuela pública como privada. Porque a mis amigos no les busco el apellido y sí los sentimientos. Pero sobre todo, porque puedo elegir sin limitantes económicas ni presiones sociales.
Por todo eso y más, me encanta pertenecer a la no tan codiciada clase media.