Marcar tu número telefónico es una cosa muy sencilla: me basta levantarme de la cama, dirigirme al pasillo de enfrente, acercarme a la mesita de noche y tomar el auricular; respirar, marcar los dígitos de tu número con los ojos cerrados si así lo deseo, esperar dos tonos y decir bueno. Es muy fácil, facilísimo, y no hay defecto físico que impida u obstaculice la correcta ejecución de dicho procedimiento.
El problema es que no tengo nada que decir. Que no tengo nada que contarte. Que mentiría si dijera que realmente quiero saber si estás bien o si estás mal o que me interesa ponerme de acuerdo para salir y volver a empezar.
Tengo tu número telefónico y eso significa una sola cosa: que tengo tu número telefónico y no tengo ninguna intención de marcarte.
Por la ausencia de tus llamadas, supongo que te pasa igual.