No odio conducir.
Simplemente, a diferencia de lo que opina el resto de la sociedad, me parece
incómodo. :O
Realmente no he
necesitado un auto para vivir. Me gusta mucho caminar, me encuentro en una
colonia que tiene la mayoría de los servicios que requiero al alcance de mis
pasos y, principalmente, evito esas situaciones que los conductores
menosprecian en comparación con las ventajas de colocarse en el asiento del
piloto. Para mí no es así.
Por ejemplo:
1. Llegar tarde a la película/cita/obra de teatro/oficina por no
encontrar sitio para estacionarse.
2. Lidiar con Valet Parkings, vienevienes y vehículos de terceros que pueden golpear tu auto mientras está estacionado.
3. Agencias que te piden el Arca de la Alianza a cambio del mantenimiento.
4. Mecánicos abusivos que, a veces, magnifican los problemas.
5. La manera de conducir en las ciudades mexicanas: defensiva y abusiva.
6. La posibilidad de que el auto te deje tirado —me aterra—, que a veces es consecuencia del punto 4, y a veces de la propia negligencia.
7. El tráfico. En el transporte puedes leer, escribir, mensajear o desconectarte con los audífonos.
8. El estrés.
9. La posibilidad de robo del vehículo.
10. Los pagos idiotas al gobierno.
2. Lidiar con Valet Parkings, vienevienes y vehículos de terceros que pueden golpear tu auto mientras está estacionado.
3. Agencias que te piden el Arca de la Alianza a cambio del mantenimiento.
4. Mecánicos abusivos que, a veces, magnifican los problemas.
5. La manera de conducir en las ciudades mexicanas: defensiva y abusiva.
6. La posibilidad de que el auto te deje tirado —me aterra—, que a veces es consecuencia del punto 4, y a veces de la propia negligencia.
7. El tráfico. En el transporte puedes leer, escribir, mensajear o desconectarte con los audífonos.
8. El estrés.
9. La posibilidad de robo del vehículo.
10. Los pagos idiotas al gobierno.
No pretendo evangelizar
con aquello de que 'caminar/andar en bici es mejor'. Pero la alfombra de autos
en la Ciudad de México, aunada a las marchas, obras, imprudencia, agresividad,
falta de compromiso cívico y demás factores, me parecen una plaga.
Es probable que yo gaste
mucho más dinero en transporte público del que podría 'invertir' en un crédito,
gasolina y estacionamiento. Pero mi filosofía es: Compro mi tranquilidad.
Rara vez veo conductores
con una sonrisa en la cara en horas pico. No me agrada la idea de ser uno de
ellos.