‘Jaredí’ es el término para denominar a un judío ultraortodoxo y se
caracterizan por ser sumamente devotos. El principio de su sistema de creencias
es la Torá, es decir, los cinco primeros libros de la Biblia y cuya autoría se
atribuye a Moisés. Recientemente tuvimos la fortuna de visitar Israel y esto
fue lo que vimos (y aprendimos):
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Jerusalén en una ciudad que se
divide por barrios. Aunque ahora los límites ya no están tan claros ni para los
habitantes mismos, sí hay algunos sectores que se caracterizan por los grupos
que viven en ellos (en la Ciudad Vieja, por ejemplo, hay grupos armenios,
cristianos, judíos y musulmanes). El barrio de Mea Shearim es en el que habitan
los judíos ultraortodoxos.
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Las calles de Mea Shearim
están llenas de carteles y desplegados que los jaredíes utilizan para
comunicarse. En las casas no hay teléfono, televisión, radio y sólo unos pocos
tienen computadora. Por ello, en las calles hay pliegos en los que se anuncian
eventos o noticias y que todos pueden consultar.
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Los judíos suelen casarse
cuando son jóvenes (es raro que las mujeres pase de los 23 años) y tener un
hijo cada año. En las calles de Mea Shearim, es común ver a los hombres
separados de las mujeres. Ellos caminan por delante y ellas, junto con sus
hijos, detrás de sus maridos.
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Las mujeres jaredíes llevan el
cabello cubierto porque se considera algo sensual y no deben ser deseadas por
otros hombres que no sean su marido. Asimismo, ponen especial atención en la
idea de la ‘perversión’. En el Muro de los Lamentos (el lugar más sagrado para
el judaísmo), por ejemplo, los hombres rezan de un lado y las mujeres del otro.
De este modo evitan ‘distraerse’ con ideas perversas y se dedican
exclusivamente a orar.
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Por otro lado, toda mujer
jaredí viste siempre de falda o vestido. Esta costumbre obedece a que en Deuteronomio
dice: “no vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer;
porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. Es decir,
ellos no pueden llevar falda y ellas no pueden llevar pantalones.
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El día del Shabbat, séptimo
día y el más sagrado de la semana judía, inicia el viernes con la puesta de sol
y termina el sábado con la aparición de estrellas (el día que nosotros
estuvimos de visita, el término oficial del shabbat fue a las 8:20 de la
noche).
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Durante el shabbat está
prohibido el trabajo y los judíos deben dedicarse a orar y a realizar todo
aquello que provoque placer (sí, hasta la persona judía que nos lo explicó nos
dijo ‘ahora ya entienden por qué tenemos tantos hijos’).
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Con ‘prohibido trabajar’ se
entienden una diversidad de actividades. Por ejemplo, no se puede limpiar la
casa, cocinar o conducir un auto. Por ello, gran parte de ellos (aunque no sean
ultraortodoxos) se hospedan en hoteles. En el que nosotros estuvimos había un
comedor especial y exclusivo para ellos, un elevador que se detenía en todos
los pisos (para que no tocaran ningún botón) y observamos jóvenes que
transcribían la Torá.
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Conforme avanza el viernes,
las calles se van vaciando. Hay judíos que entran y salen de la Ciudad Vieja
para dirigirse al Muro de los Lamentos. Los accesos a turistas están prohibidos
en esta noche. Los hombres visten de negro –con sus mejores galas– y llevan
sombreros. Los más grandes y vistosos son de piel y constituyen una herencia
rusa. Quien no tiene recursos para comprarlos, lleva un sombrero más
austeros.
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No todas las mujeres van al
muro a orar (de hecho, nosotros no vimos ninguna ni siquiera durante el
sábado). A ellas se les permite faltar en caso de que tengan que amamantar o
dedicarse a sus familias.
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Durante una cena en el barrio
ultraortodoxo, el hombre se dedica a la oración, luego la familia se sienta a
la mesa en silencio, se parte el pan y se sirve el vino.
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Los judíos (en general) tienen
una alimentación específica. Nuevamente, basan los lineamientos en la Torá. Una
de las características que observamos en los lugares en que comimos es que no
mezclan carne con lácteos porque el Éxodo dice: “No guisarás el cabrito en la
leche de su madre”. (Por poner un ejemplo burdo: en McDonalds las hamburguesas
se venden sin queso).
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La noche del sábado, después
de que termina el shabbat, en Mea Shearim los hombres salen de las sinagogas y
se dirigen a sus casas. Algunos seguirán dedicados a orar el resto de la
semana.
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La dedicación a la oración de
algunos jaredíes es una preocupación para el Estado de Israel. Dado que los
hombres dedican todo su tiempo al estudio de los textos sagrados, las mujeres
son quienes trabajan. Por ello –y por el tamaño de sus familias– algunos viven
en condiciones de pobreza (sin embargo, sobreviven por la ayuda que se prestan
entre sí).
Asimismo, pueden evadir
el servicio militar (hombres tres años y mujeres dos), con el mismo argumento
(la oración y el estudio de los textos sagrados). Aún está por verse cómo es
que el gobierno resuelve esta situación.