Ya sé que no me preguntaste cómo me fue hoy porque estás enojada
conmigo, pero igual te diré: En la mañana me comí un pancake de chocolate con
mota. Me apendejé. Me preguntaron que si había bebido de más. Dije que sí. Pedí
otro pancake. Me preguntaron que si estaba seguro. Dije que no. Igual me lo
comí. Y pensé en ti, ¿pensaste en mí? Hoy no fue un buen día, también perdí
dinero, me peleé con mi madre, olvidé mi dieta con tanta cerveza, me tropecé y
me di un golpe que sólo Dios Padre sabe, se descompuso el estéreo de mi auto y
se me ocurrió abrir la puerta a los testigos de Jehová. Pero salí de casa
queriéndote más, y eso, eso nadie me lo quita, ni siquiera tú. Llegué del
trabajo y te pregunté que si pensaste en mí, que si todo estaba bien porque sé
que preguntarte te pone nerviosa y me agarras a besos, y me gusta, y me da
risa, y entiendo que sí, que todo está bien. Pero te volteaste y te anclaste a
tu almohada sin mirarme y no me dejaste decir que prometo aprender sobre
constelaciones en el cielo para platicarte cuando no puedas dormir, y muchos
besos cuando no puedas dormir, y otras cosas cuando no puedas dormir. Me acosté
a tus espaldas y como tú te anclaste a tu almohada yo me anclé al delirio de
que pensabas en mí y que por tanto decirte un día, lo hagas en automático como
los robots que lloran y te despiertes conmigo en la cabeza, y en las manos y en
los pancakes y ese mismo días me olvide para siempre de repetírtelo.