Los muertos duermen bien
no se levantan ni se enfurecen
con sus esposas
su cara blanca
como una flor en una ventana cerrada
se alza y me mira
mientras husmeo en las sombras
de mis manos
la cortina se fuma un cigarrillo
y una mariposa negra muere
en un accidente de carretera
un búho, del tamaño de un minúsculo reloj
estalla, vamos, vamos
me dice, como Jerusalén
fue prostituida
en salas llenas
de cruces podridas.
Las 5 am
ahora la hierba me horada la nariz
con murmullos de acorazados y valles
en la luz mancillada que ilumina
las aves fascistas.
Apagué la luz y me metí a la cama
a su lado,
ella piensa que
balbuceo un amable agradecimiento
mientras estiro las piernas
a lo largo del ataúd
acomodándome y perdiéndome
lejos de las ranas
y la fortuna.
Bukowski.