Todos los domingos vamos al supermercado después de misa pero papá casi nunca viene con nosotros porque dice que no le gusta. A Gian y a mí nos gusta porque mamá nos deja ir a ver los juegos de mesa y otras cosas mientras ella compra la comida. Mamá siempre le dice a Gian que me agarre de la mano, porque dice que estoy chico y me puedo perder, pero no es cierto porque yo ya conozco todo el supermercado, hasta la parte de las verduras que está en el segundo piso. Gian le dice que sí pero cuando estamos lejos de mamá me suelta y no me da la mano aunque yo se lo pida. Pero él tampoco me deja estar solo, entonces cuando quiere ver las computadoras tengo que ir con él aunque a mí no me gustan.
Hoy antes de ir a los juegos de mesa fuimos a ver los tenis
rojos que le gustan a él y los azules que me gustan a mí. Mamá nos dijo la
semana pasada que si nos portamos bien nos los va a comprar para Navidad, pero
todavía falta mucho para Navidad y Gian dice que se pueden acabar. Me hizo
prometer que antes de irnos le recordaría a mamá que nos los comprara. Luego
fuimos a mirar los rompecabezas porque a Gian le encantan, aunque papá le dijo
que no le compraría otro hasta que terminara el que está armando. Yo me aburrí
y fui a ver los juegos de mesa, y Gian me dejó ir porque están en el mismo
pasillo. Hay uno que me gusta muchísimo, es un castillo y tiene todos los
guerreros con espadas y arcos con flechas de verdad y un puente que se abre y se
cierra con una palanca. Gian dice que no es muy divertido, pero no es cierto
porque yo siempre lo juego en casa de Pablo y nunca nos aburrimos. Después fui
a ver el juego de los coches con imanes que también se ve divertido, pero ése
nunca lo he jugado y además mamá dice que es muy caro. Luego cuando estaba
viendo los álbumes coleccionables al final del pasillo pasó una viejita que
tenía a un señor agarrado de la mano como si fuera un niño pero era un señor,
porque era muy alto y tenía bigote. El señor se parecía muchísimo a Nicolás, el
mayordomo que sale en la comedia de las siete. Fui corriendo a decirle a Gian
que había visto a Nicolás el mayordomo, y él me agarró de la mano y fuimos
corriendo juntos a ver si sí era. Lo vimos en el pasillo de los platos, pero
estábamos lejos y nos dio pena acercarnos. Gian decía que sí era pero yo no
estaba seguro. Después nos escondimos en el siguiente pasillo y pasaron al lado
de nosotros, y yo me reí porque estaba nervioso y porque tal vez sí era
Nicolás. Gian me dijo que yo tenía que ir a preguntarle algo porque yo soy el
más chico de los dos, pero yo no me atrevía. Entonces pasamos corriendo por el
pasillo de los dulces y Gian gritó Nicolás a ver si el señor volteaba, pero
sólo volteó la viejita y entonces pensamos que tal vez no era él. Gian dijo que
ya mejor fuéramos a ver las computadoras, y yo le dije que sí, pero cuando nos
estábamos yendo la viejita nos agarró del cuello y nos dijo que éramos niños
groseros y que quería hablar con mamá. Gian dijo que mamá estaba en el piso de
arriba y yo empecé a llorar porque me dolía el cuello y no sabía por qué nos
estaba regañando. Le dije a la viejita que me estaba lastimando y entonces nos
soltó el cuello pero nos agarró de la mano y nos llevó a buscar a mamá.
Encontramos a mamá en donde venden la carne y la viejita le dijo algo pero yo
no escuché lo que le dijo, y luego mamá le pidió perdón y la viejita se fue.
Mamá también nos regañó y dijo que sólo los niños malos se burlan de la gente
enferma, y Gian le dijo que nosotros no sabíamos que la viejita estaba enferma,
pero mamá dijo que el que estaba enfermo era el señor y que la viejita le había
dicho que nosotros le habíamos gritado de cosas. Entonces yo le dije a mamá que
tal vez el señor era Nicolás el mayordomo de la comedia, pero ella no me creyó
y entonces ya no nos dejó ir a ver las computadoras y a la salida tampoco nos
compró el chocolate que siempre nos compra cuando vamos al supermercado.
Cuando llegamos a mi casa fui al cuarto de Gian para ayudarle a
buscar las piezas azules del rompecabezas que forman el cielo, aunque él nunca
me deja armar las piezas. Luego vino papá y regañó a Gian porque mamá le dijo
que se había burlado del señor enfermo, pero yo le dije a papá que nosotros no
sabíamos que el señor estaba enfermo y que era mi culpa porque yo le había
dicho a Gian que el señor se parecía a Nicolás el mayordomo. Papá dijo que si
no sabíamos que el señor estaba enfermo no habíamos hecho nada malo, pero le
dije que mamá no me había creído y que tampoco nos había comprado chocolates.
Entonces papá se fue del cuarto y yo seguí ayudando a Gian, pero luego regresó
y dijo que nos tenía una sorpresa y nos dio una bolsa con chocolates. Yo me
puse muy contento pero Gian no tanto, porque dijo que no eran los chocolates
que mamá nos compra, pero es que papá no sabe cuáles nos gustan porque casi
nunca viene con nosotros al supermercado. A la hora de la comida mamá ya no
estaba enojada y papá dijo que tal vez la próxima semana nos van a comprar los
tenis que queremos, pero yo le dije que prefiero el juego del castillo porque
los guerreros tienen espadas y arcos que disparan flechas de verdad. Y papa
dijo ya veremos.