No te culpo a ti, culpo a tu incapacidad de perdonar –me
duele haberte lastimado, porque le di prioridad al trabajo; yo no sé que es lo
que hago en ..., siento que busco una respuesta, ¿de qué? no lo sé, me
siento una imposición a ..., percibo la desconfianza de ..., y la
palabrería de una estúpida, de la tarde, que resaltaba el hecho de que yo salía
media hora antes- Siento que no me escuchas. No considero una humillación
haberte pedido una segunda oportunidad, sino tu respuesta. ¿Cómo fue posible que
me hayas dicho, que en la noche que pasamos juntos, yo reaccioné como si lo
hubiera hecho con ocho? ¿Según tú, como debería de haber sido mi
comportamiento?
Después de una larga semana con jornadas de 15 horas
diarias de trabajo y cinco de sueño, de seis horas de estar de pie en el Hard Rock –no es reproche, porque estado a tu
lado nada me importa- Mi alma y mi cuerpo reaccionaron a ti, pero mi cerebro
tuvo que estar en automático. Desde la tarde, tuve que bloquear mis prejuicios,
para disfrutar tu presencia. Dices que no lucho. Pues francamente ya no sé que
más hacer. Porque cada día te siento más lejano. Tal vez, ya lo has estado desde
hace mucho tiempo y no me había dado cuenta.
P.D. No puedo evitar creer que soy el blanco de tus
estrategias psicológicas.
I.