Pienso que
estamos rodeados de gente que renovó sus sueños o disminuyó sus aspiraciones
con tal de hacer más llevadera la frustración:
El que soñaba
con ser futbolista se convierte en comentarista casi al mismo tiempo que algún
licenciado se compra su primer taxi. Las que sueñan con ser actrices terminan
sacando provecho de su belleza en otras áreas de la mejor manera que pueden;
los escritores con novelas a medio terminar se dedican a escribir cosas
que odian; los músicos cambian la fama por la intimidad de algún bar o la
comididad de un mariachi, al igual que los pintores que dan clases y los
directores de cine que terminan dirigiendo comerciales. De los revolucionarios
que terminan al servicio del sistema mejor no decimos nada. Eso sí, todo
es de manera temporal... Y etcétera.
Me pregunto si
terminaré siendo igual de conformista que los entes anteriores. Lo dudo, pero
igual voy tomando mis precauciones: ya estoy pensando en a quién le echaré la
culpa (no me gustaría culpar al gobierno ni a Dios) y ahorrando para comprarme
un taxi. O dos.
La verdad es
que nadie sabe nada; lo más probable es que les termine presumiendo lo bella
que es mi esposa y lo inteligentes que son mis hijos... No se crean, eso
tampoco pasará.