Un escéptico no es
incoherente por ser escéptico, sino por decir que lo es; no es incoherente
cuando simplemente habla, pero se sospecha que lo es si discute, justifica o
explica su filosofía escéptica. Un místico se halla en una posición muy
similar. Puede muy bien creer que es útil, más aún, necesario, hablar de Dios, pero
sólo con la condición de que nuestra conversación sea práctica y no pretendamos
realmente que sabemos lo que es Dios. Lo que sabemos no puede expresarse
mediante el lenguaje.