En México, el camino ha sido largo,
desde épocas precolombinas. Los mayas y mexicas eran intolerantes a la
homosexualidad salvo en ciertos rituales con carácter homoerótico y algunas
peculiares ‘licencias’. Por ejemplo, de acuerdo a Len Evans en su libro
Chronology of Mexican gay history (2002), “la sociedad maya consideraba la
homosexualidad preferible al sexo prematrimonial, por lo que los nobles
conseguían esclavos sexuales para sus hijos”. La llegada del catolicismo
recrudeció dichas concepciones y la línea histórica continúo bajo la homofobia:
hubo quema de ‘sodomitas’, amputación de genitales y todo tipo de abusos
abrazados por las leyes sobre todo hacia hombres sorprendidos en prácticas
sexuales con sus congéneres. Entre los hechos más sonados del México
Independiente está el ‘Baile de los 41’, una redada ejecutada en 1901 durante
un baile de parejas gay en una casa particular donde algunos estaban vestidos
de mujer. Salvo aquellos parientes de influyentes, todos fueron
condenados a la cárcel y trabajos forzados. Se extendió el rumor de que en
realidad había 42 hombres en dicha celebración, ese último a quien se le
permitió la fuga era el yerno de Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier.
El movimiento por el orgullo LGBT
(lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) surgió en México hasta 1978 y tras
décadas de marchas, asociaciones, manifestaciones, homofobia en todo estrato,
crímenes de odio (comúnmente disfrazados por los autoridades como ‘crímenes
pasionales’), y un constante desprecio por la Iglesia y la sociedad, en
noviembre de 2006 se promulgó la Ley de Sociedades de Convivencia en el
Distrito Federal, en vigor desde su publicación en el diario oficial del gobierno
capitalino el 16 de marzo de 2007. Dicha difería del matrimonio en diversos
derechos, alcances y en cumplimiento de orden constitucional dentro de los
límites del Distrito Federal. Finalmente, el 4 de marzo de 2010 entró en vigor
en la Ciudad de México la ley que permite el matrimonio homosexual, a pesar de
que la Procuraduría General de la República presentó ante la Corte Suprema un
recurso contra la ley, siendo el primer país de América Latina en permitir el
matrimonio entre personas del mismo sexo. Y -a pesar de múltiples movimientos
en contra encabezados por la institución católica y el cristianismo- todas las
garantías que se le otorgan a una pareja heterosexual.
Hoy, pese a todos los detractores y el
odio, podemos atestiguar historias de victoria, pequeños pasos hacia una
evolución social. Donde el amor está por encima de todo pensamiento retrógrada,
y la fe –lo contrario al miedo- dan resultados.
Ahi vamos…
Elsy