Para darle sentido a este post debo empezar por platicar en
el contexto en el que me encuentro. Los que siguen este blog desde hace tiempo
saben ya, que soy mexicana expatriada y que vivo en La Capital de Europa desde
hace ya más de tres años. Muchos de ustedes, queridos lectores, han visto la
evolución de mis posts, donde he expresado sorpresa, alegría, desilusión,
tristeza, enojo, desesperación, desesperanza, angustia, entusiasmo, optimismo,
etc. No sé cómo es que usted me califique, estimado lector. Tal vez más de una
vez le ha cruzado por la mente algo así como "La D está bien loca" o
"La D es bien histérica" o "La D tiene pedos psicológicos
graves"... Lo que jamás le ha cruzado seguramente, es que La D sea
"grilla" o "revoltosa" o "polémica".
La verdad, es que esta servidora hace mucho que dejó de
entrar en debates, o de emitir opiniones referente a política, partidos,
gobierno, etc. La razón es que me da hueva. ¿Porqué? Porque creo que la
política es algo así como darle vueltas al mismo asunto por años sin llegar a
ninguna conclusión, sin tomar acciones ni cartas en el asunto. La política para
mí, tiene la misma utilidad que una chaqueta mental. Sirve para entretener un
rato pero al final, nada es real, no hay ningún cambio, no hay voluntad de
actuar.
¿A poco a usted no le daría hueva también? Hablar y hablar y
poco hacer no es lo mío, la neta. Así que partiendo desde este punto de vista
totalmente apático, es que mi interés por temas relacionados como
"partidos políticos", "candidatos presidenciales", "campañas",
"propaganda", "propuestas", "mítines",
"marchas", "derecha", "izquierda", etc., es
totalmente nulo. Claro que esto no quiere decir que no lea el periódico o que
mi cabecita no tenga una opinión al respecto... es sólo que no la digo ni ando
tratando de convencer a nadie de que yo y sólo yo tengo la razón y de que sólo
mi opinión es válida.
Sería absurdo creer que con el hecho de leer La Jornada, El
Reforma, Proceso, etc;, ya estamos enterados de todo y ya sabemos de qué lado
masca la iguana. Soy comunicóloga, no pendeja. Por lo tanto, ni creo todo lo
que leo, ni todo lo que escucho, ni todo lo que veo en los medios. Lo que sí
creo, en cambio, es lo que me cuenta la gente común y corriente que vive todos
los días una vida con miedo, injusticia, violencia, impunidad e inseguridad en
mi México Lindo y Querido.
A ellos, sí les creo. Le creo a mi hermana cuando me dice
que el primo de una de sus colegas fue secuestrado, torturado, encajuelado y
ejecutado porque no "juntó" el dinero que sus captores pedían.
También le creo a El Picudo cuando me dice que Los Zetas ya extorsionaron a
"Don Fulanito" del pueblo de a lado y que así andan
"recolectando cooperaciones" de gente común y corriente; trabajadora,
campesina; que no viven con lujos y que lo que tienen lo han conseguido con el
trabajo de toda su vida.
Así también les creo a los medios internacionales: excepto a
los medios gringos (están demasiado cerca y hay muchos intereses en juego). Leo
el portal de BBC, de El País, de De Morgen y veo noticiarios y documentales de
diversas cadenas televisivas, realizados por periodistas de varias
nacionalidades: ingleses, españoles, belgas, alemanes, noruegos, etc. Si
alguien me acusa de malinchista estará en todo su derecho y al final, querido
lector, usted es libre de pensar lo que quiera. De forjarse su propia opinión
(espero) y de "calificar" este blog y a su autora como mejor le
plazca. Ni lo tomo personal ni me ofendo ni dejaré de dormir esta noche. Peores
cosas me han dicho y aquí sigo.
Regresando al punto, o más bien, empezando a donde quiero
llegar, le quiero contar que como expatriados no tenemos la oportunidad de
celebrar el Grito de Independencia como acostumbramos estando en México. Aquí
hay que acatarse a lo que dicte la agenda del Embajador(a) en cuestión. Algunos
tienen que hasta viajar a otro país para poder ser parte de esta celebración,
con toda la logística y la planeación (y el desembolso) que cualquier otro
viaje implica. La recompensa es disfrutar de los platillos típicos, escuchar
música de mariachi, gritar "viva México" en compañía de otras decenas
o cientos si tenemos suerte, de mexicanos que como nosotros, andamos hábidos de
sentir cerca de nuevo la calidez del terruño... aunque sea unas cuantas horas.
¿Pero porqué es que es tan importante esta fiesta? ¿Qué nos
impulsa a tanto? ¿Y porqué nos sentimos tan mal y tan culpables si no
festejamos? ¿Porqué?
En el discurso que escuché el día de ayer se mencionó varias
veces la frase que da título a este texto, claro, sin los signos de
interrogación y con toda la elocuencia que la ocasión ameritaba. Por primera
vez en 34 años esa frase me sonó totalmente vacía y sin significado alguno. Mi
corazón no se encogió de emoción, ni mis ojos se llenaron de lágrimas, ni se me
hizo nudo en la garganta al escuchar el "Viva, México"... y sabe
porqué pasó esto, querido lector? Le voy a explicar antes de que empiece a
recordarme a mi santa madre.
La víspera de esta celebración, estaba La D muy a gusto en
su sillón viendo tele junto a Mr D cuando la televisión flamenca tuvo a bien
transmitir un documental realizado en Ciudad Juárez. Y no, no hablaba de las
no-sé-cuántas-asesinadas en esta ciudad (más las que se acumulen este mes
patrio), tampoco hablaba de "lo que el viento a Juárez", ni de su
papel histórico durante la Intervención Francesa, ni de los tantos migrantes
que hacen "escala" en su trayectoria a los Estados Unidos. Hablaba de
una periodista, madre de dos adolescentes e hija de una mujer ya de edad
avanzaba; una reportera que cada día "se la juega" tratando de hacer
su trabajo; en esta tristemente famosa Ciudad Juárez.
Una mujer que sabe a qué hora sale de su casa, pero que no
sabe si ese día regresará para contarla. Una mujer con los ovarios bien
puestos, que se arriesga por sus hijos, por su gente y por su país a decir lo
que las autoridades callan pero que todos sabemos: que la impunidad, la
violencia y la corrupción están acabando con ese país que tan orgullosos nos
hace sentir. Ese país que no existe más que en nuestros sueños, en los libros
de textos, en nuestras canciones, en nuestro folklor. Ese país que tal vez
nunca ha existido pero que nosotros nos empeñamos en ver todos los días con
ojos ingenuos.
Y yo me pregunto: ¿ pero dónde está el orgullo? ¿Orgullo de
qué? ¿De que nuestra gastronomía sea considerada una de las más variadas del
mundo? Claro, sin tomar en cuenta que hay millones de mexicanos que con pedos
comen frijoles y tortillas (y puro chile). ¿De la calidez de nuestra gente? Sin
contar con las calentaditas que les tocan a algunos que se atreven a quejarse
(ahí está la masacre del 68 por nombrar una de alta categoría histórica y las
más recientes llevadas a domicilio "por error". Casualidad que
también las víctimas hayan sido periodistas?). ¿Orgullosos de nuestra
hospitalidad? Pregúntenles a los turistas asaltados, apuñalados, secuestrados,
timados, madreados, violados, descabezados, encajuelados, desparecidos, etc.
¿De nuestra cultura? ¿La que nos dicta que el que no tranza no avanza? ¿La que
nos hace sentir "chingones" cuando nos pasamos un alto o cuando
libramos el corralón dándole "mordida" al agente de tránsito?
Perdóneme usted, pero de eso no me siento orgullosa, y muy
probablemente, tampoco me sentiré así en los próximos veinte años. Ahora sí,
miénteme la madre y dígame de todo. Pero dígame usted que nunca ha conocido a
nadie que haya sido asaltado; que nunca ha sido víctima de extorsión; que nunca
se ha preocupado por pagar la renta; que nunca ha sentido miedo al salir de
noche; que nunca se ha pasado un alto; que nunca se ha atrasado con los
impuestos y que NUNCA se ha quejado por vivir en México.
Si usted es de esos afortunados, sólo me queda decirle que
usted es un maldito suertudo, que vive en un México de fantasía, o que su edad
mental es la de un niño de 7 años.
Ahora usted podrá reclamarme todo lo que quiera. Que a mí
"de seguro qué me importa" si vivo en otro país; que qué derecho
tengo de opinar si ya ni impuestos pago; que es muy fácil hablar cuando no se
está en los zapatos del otro: que qué se puede hacer si "esto es así";
que la culpa la tiene Calderón y todos los políticos; que el pueblo es víctima
de su gobierno. Y si usted es panista/príista/perredista seguramente también
culpará a los políticos rivales, o la caída del sistema del 88; o a Salinas, a
Fox, al Peje.
Le cuento que precisamente, el no vivir en mi país me hace
darme cuenta de que muchas cosas que creí que eran "normales" en
realidad no lo son. No es normal trabajar medio día (o sea, hasta 12 horas)
para medio vivir. No es normal que haya tanto desempleo y que los que quieren
trabajar se tengan que ir a otro país porque el suyo no les da las
oportunidades que buscan; ni que tantos que quieren estudiar no tengan la
oportunidad de entrar a una universidad de gobierno. No es normalque la
educación sea destinada sólo a ellos que pueden pagarla. Tampoco es
normal" pagar impuestos y que no se "note" a dónde se van. No es
normal no exigirles resultados a los políticos. No es normalque el jefe se
enoje cuando nos enfermamos y aún así sufrir el descuento de esos días que no
se trabajó. No es normal pagar peaje en las carreteras cuando para eso pagamos
impuestos y para eso existe algo llamado Libertad de Tránsito. No es normal que
niños de 10 años ya no quieran llegar a ser doctores sino "narcos" o
"padrotes".
No es normal sentirnos patriotas sólo cuando gana la
selección, ni sólo en Septiembre. Tampoco es normal echarle siempre la culpa a
el otropor lo que nos sucede a nosotros.
Lo normal sería responsabilizarnos por nuestros actos,
respetar al otro por muy diferente que sea a nosotros, enseñar a nuestros hijos
a ser honestos, a decir la verdad, a ser analíticos y a preguntar en lugar de
aceptar; enseñarles que pueden elegir y que pueden negociar y que la violencia
no es la solución a los problemas.
Lo normal sería trabajar una jornada laboral justa, que nos
permita tener tiempo también de recreación, descanso y lo que yo considero más
importante que otra cosa: el tiempo necesario para disfrutar de la familia. Lo
normal sería un salario que nos alcance y un seguro médico que nos respalde.
Hasta las máquinas necesitan tiempo para ser revisadas, aceitadas, ajustadas.
Los mexicanos no somos pinches robots que trabajan sin descanso y sin
recompensa (tampoco somos esclavos).
Lo normal sería pagar impuestos y contar con todos los
servicios que nos corresponden a cambio: agua potable, alumbrado público que
funcione, caminos y carreteras transitables (y eso de pagar casetas es una
mamada), drenaje, educación de calidad (de nada sirve construir escuelas si no
se capacita a los maestros, si no se reforma el sistema educativo), seguridad
social, etc.
Y no, no estoy soñando ni estoy pidiendo las perlas de la
virgen. Soy de la opinión de que todos los mexicanos MERECEMOS vivir en un país
sin violencia, en un país con equidad de género, en un país sin discriminación
religiosa, sexual o clasista. En ese país que pintan los libros de texto, un
país libre, generoso, cálido.
Pero nada es gratis, estimado lector; y tanto usted y yo
sabemos que las cosas que valen la pena cuestan y no suceden de la noche a la
mañana. Todo lleva tiempo y esfuerzo. Pero ser honestos no cuesta ¿o si?
Respetar las leyes tampoco. No se pagan impuestos por mostrar tolerancia y
apertura (que yo sepa). ¿Qué tal si empezamos por educarnos a nosotros mismos?
Por esforzarnos y no pasarnos los altos, por esforzarnos y dejar de pagar
mordidas, por esfrozarnos y dejar de meternos en la fila del super, por
esfrozarnos y dejar de creer que sólo por el hecho de ser mexicanos somos
automáticamente chingones.
¿Porqué no empezamos a trabajar menos, pero trabajar mejor?
¿De hablar menos y actuar más? ¿De echarle la culpa al gobierno cuando nosotros
ni siquiera somos capaces de enterarnos de las propuestas de los candidatos?
¿Porqué no empezamos a ser más analíticos y menos hocicones? ¿Porqué no
empezamos a luchar para que sea México el que se sienta orgulloso de tenernos
como mexicanos?
Estimado lector, recuérdemela todo lo que quiera la próxima
vez que diga "Viva México".
La D.