Ha pasado un
tiempo. Ha pasado más de un mes o dos. Ha pasado el frío. Ha pasado el tiempo
de envolverse en un impermeable negro. Ha pasado la época de las ventanas
cerradas de su diminuto departamento y ha pasado la época en que se negaba a
cubrirlas con cortinas. Ha pasado el tiempo suficiente para que su gato Vicente
se adueñe de todos los lugares e insista dormir en un cojín dentro de la tina.
Ha pasado esa forma de sentir que es mejor encerrase que salir. Ha pasado de
todo; incluso tres largos meses en su nuevo trabajo, incluso el hecho que ya se
quiere ir de ahí.