Decir
adiós es importante. Aprender a despedirse es esencial para abrir los brazos al
provenir, nada es estático excepto nuestra absurda mente occidental, oxidada,
triste, mente que se niega a la muerte, a la vida misma, exhausta de desear la
permanencia, agria de exigir inmortalidad, ese olor penetrante a podrido de una
civilización que ve en vender el alma por la juventud eterna una ventaja. Esta
sociedad requiere que enseñemos y aprendamos a decir adiós.
Yo
creo que sé despedirme, he hecho de ello un arte, saber despedirse con soltura,
manejando el dolor, llorando y recordando en mí mismo el proceso del duelo y
llevándolo de a poco como reconociendo a una vieja amiga que me visita de vez
en cuando; nos reconocemos, nos saludamos con familiaridad, algún día será la
definitiva, por lo pronto el dolor es pasajero, la pequeña muerte presentida o
súbita me enseña que nada permanece. En cada duelo aprendo algo nuevo, se
necesita valor para hacerlo, pero siempre algo queda, el alma se enriquece y
eso es todo.
Hoy
volví a decir adiós, adiós a una etapa, a un milagro pasajero, a una manera de
trabajar, es augurio de otros cambios, nada será igual, en realidad nada nunca
lo es. Suelto con facilidad. simples mantras de evolución.