Ayer me encerré en una sala de cine. Buscaba distraerme, quitarte
de mis ojos, borrar tu sabor estancado en mis dientes y hacer a un lado tus
manos que estrangulan mi memoria y me dejan sin voz y sin ganas de nada. Llevo
semanas durmiendo con la misma ropa del día. La
luz de mi cuarto continúa prendida y mi cama es un campo de batalla donde la
ropa ha ido acumulándose formando una cobija densa que no me cubre del frío.
Ayer me encerré en el cine y elegí la cinta más violenta y cruda que encontré
en cartelera. Observé las reacciones de la gente mientras la sangre escurría de
la pantalla y mientras todos lloraban por las vísceras y la injusticia, yo me
sentía ridículo al estar llorando a oscuras por mi corazón madreado y por mi
refresco light de un litro que sabía a mierda.
Quiero llevarte a mi lengua y hacerte ahí una cueva. Quiero que seas mi
película permanente y sin intermedio. Quédate. Porque sin ti mi mundo
parece una sala de cine mudo y sin otra audiencia más que la desgracia.