Y sigo despertando con asco.
Nada me sorprende, y nada me emociona. Al contrario, todo me perturba y todo me enloquece. Los amaneceres al medio día me hastían. El tiempo pasa y las sonrisas son cada vez más duras. Los besos más fríos, mientras yo me estoy apagando. Lentamente. Calladamente, y nadie lo nota.
Ni tú.