Dormía entonces mi ración
de sueño terrenal, cuando
bajó hasta mi
corazón
rumor de un avión arañando
el alto recóndito cielo
donde iba
tu nombre volando
junto al mío en estrecho vuelo.
Solitario ¡mi dueña!
dueño
sólo de un Infierno de Cielo,
desperté al imposible sueño.
Carlos Martínez Rivas