lunes, 23 de junio de 2014

Una rata

Una rata estaba en la cocina, se había metido en una mochila que estaba en el piso, quizá era una hielera, no lo recuerdo bien. Era pequeña y de colores, eso sí lo recuerdo bien. Mamá estaba desesperada. Hay una rata en mi cocina. Salió en busca del señor que trabajaba en frente. Hay una rata en mi cocina. Ambos entraron a la casa, él llevaba un palo de escoba en las manos. ¿Dónde está?, preguntó. Ahí, respondió. Entonces tomó vuelo con su palo y empezó a golpear la mochila o la hielera con todas sus fuerzas. Lo hizo sin miedo y sin asco, fría y crudamente, como si a eso se dedicara en la vida, como si estuviera acostumbrado a esas cosas. Hay una rata en mi cocina. Golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó, golpeó y g o l p e ó. Había una rata en mi cocina. Era una maldita rata asquerosa, con sus bigotes y sus pelos, y su cola horripilante, y su maldito olor pestilente, pero fue la imagen del hombre apaleándola lo que me provocó ganas de vomitar. El sonido de los golpes, los chillidos. El ruido.