jueves, 30 de abril de 2009

Revés

El disco que hoy recomiendo es posiblemente el que menos se ha vendido de Café Tacuba, pero quien le da una oportunidad sabe de la gran calidad que hay en él. La última canción es una verdadera joya.

Revés
1. "11"
2. "2"
3. "9"
4. "5"
5. "3"
6. "8"
7. "10"
8. "5.1"
9. "13"
10. "M.C."
11. "6"
12. "7"

Duda

¿Qué podría ser más dulce o más precioso que la misma vida?

Aleida

miércoles, 29 de abril de 2009

Miercoles musical





Y todos me amarán por poner la siguiente canción. No se hagan todos se la saben y no finjan que no la están cantando.

lunes, 27 de abril de 2009

QVMT





Diálogos de Lavadero V

Oficina 3:30 de la tarde. Rin, rin, rin. Suena el teléfono.
-Bueno
-¿Joseín?
-¿Quién?
-Joseín Hernández
-No, estás equivocado
-Pero pregunté por Joseín Hernández y me pasaron ahí
-Ok, pero estás equivocado
-¿No eres Joseín?
-No. Si me llamara Joseín créeme que lo recordaría
-Pero estás en la extensión de Joseín
-No. Ésta es mi extensión
-¿Y lo conoces?
-¿A quién?
-A Joseín
-Claro que no lo conozco. ¿Quién carajos se puede llamar Joseín?
-Ah
-Quizá en la recepción no te entendieron el nombre
-¿De quién?
-De Joseín
-No, no, no. Es Jose-lin. Con "l"
-¿No querrás decir Yosceline?

Volovan

sábado, 25 de abril de 2009

La invasión

El jueves a las once de la noche en cadena nacional el gobierno anunció la suspensión de las labores en todas las escuelas del Distrito Federal y Estado de México debido a un brote de influenza. La medida fue para evitar que el virus se expandiera y el problema se convirtiera en una epidemia.

Por la hora del anuncio y la manera en que después repitió la información López Doriga yo si me asusté y al parecer no fui el único. El viernes era impresionante ver el número de personas caminando con cubrebocas, en 10 minutos que estuve en el metro logré contar 78 personas protegiéndose de los virus. En las noticias ya avisaron que los cubrebocas se han agotado, ¡Orale! Bueno con los ambulantes todavía encuentran, jajajaja.



Lo que me ha gustado es que tanto el gobierno como la ciudadanía se han tomado las cosas en serio. El problema no es como para estar jugando, pero caminar en las calles con la boca cubierta y donde la gente te voltea a ver feo si estornudas y toses si esta medio de locos.

Dato adicional que cancelaron el concierto de The Rasmus a horas de que empezara, jajajajaja.


En foros y otros lugares ya crean sus teorías de que Calderón nos oculta información, de que es un complot del gobierno y nosequemadresmás. La verdad de flojera. Sin embargo, yo tengo la verdadera teoría de lo que ocurre: Este es un ataque de un grupo alienigena que intenta apoderarse de México, algo como lo que ocurrió en la película Invasión. Hay que informarse y expandir mi teoría.

Cajas de Cartón

viernes, 24 de abril de 2009

No entiendo

En la cultura popular mexicana hay tradiciones que me parecen, simplemente, detestables. No reniego de mi origen: orgullosamente clasemediero. La medianía, que sencillo. No odio a Chava Flores, pero no me simpatiza Pedro Infante. Nunca he ido a escuchar 'el grito' al Zócalo ni a un balneario en Semana Santa. Tampoco he festejado algún triunfo pambolero en El Ángel, llevado serenata ni he escuchado mariachis en la Plaza Garibaldi y, por supuesto, nunca fui chambelán. ¡No mames, que pinche horror! ¿De qué se trata esa madre? ¿Quién lo inventó?

jueves, 23 de abril de 2009

...

He andado las subidas
y he sobrellevado y llevado a cuestas las bajadas,
en los días anteriores; he ansiado toda
y le he declarado el adiós a la esperanza.
Y he vivido y amado y he cerrado la puerta.

R. L. Stevenson.

Aleida

miércoles, 22 de abril de 2009

domingo, 19 de abril de 2009

Finales

Supongo que hay pocas personas que no conozcan a Mario Bros, el personaje más famoso de los videojuegos y emblema de Nintendo. Hace 20 años que jugué por última vez un título de Mario y con la llegada del Wii no podía ignorar el nuevo título Super Mario Galaxy. Ahora Mario anda entre planetas estilo El Principito, con el fin de rescatar nuevamente a la princesa Peach. La historia siempre ha sido lo menos importante en lo juegos de Mario y todo se debe enfocar en el gameplay, aquí Mario le patea el trasero a otros títulos, el juego es increíblemente divertido gracias a lo innovador que resulta el uso del control. La música te saca lagrimas de nostalgia por incluir los temas clásicos de la saga.

El juego.

La música.

El final.

viernes, 17 de abril de 2009

Odio tanto que...

No soporto a la gente que acentúa y alarga las últimas vocales de cada frase. “¿Te voy a ver hoy, nenaaaaaaa?” Cabrones, eso es U N A P U T A N A C A D A. Nice es hablar español con buen ritmo y elocuencia. Que la ‘v’ sea una mezcla entre la ‘b’ y la ‘f’. Que la gente pueda distinguir entre las palabras y la puntuación de las frases. Mis respetos a los que hablan así.

jueves, 16 de abril de 2009

El corazón de la oscuridad

El comercio mundial y los mayores ingresos macroeconómicos no eliminan per se las desigualdades sociales a menos que el Estado –a través de un sistema fiscal eficiente– se haga responsable de hacer mas justa y equitativa la repartición de la riqueza.

La alfabetización y la distribución caritativa de puñados de granos, la fantasmagórica igualdad de oportunidades agrarias, dilapidó la posibilidad de construir una condición de abundancia material suficiente para impulsar a México hacia la plena modernización.

Ante el evidente fracaso, funcionarios de gobierno llegaron a calificar a los cincuenta millones de pobres del país como “población excedente”, negados para las magníficas oportunidades del progreso y que apenas podían aspirar a la estabilidad social y a la esperanza de alcanzar un techo de lámina, sin ver que la miseria era el caldo de cultivo ideal para el cerco que se ha ido estrechando sobre nuestras vidas.

Las grandes lecciones que la historia nos ha ofrecido durante los últimos treinta años se han perdido bajo una marea de palabras cuyo mensaje final ha sido el mismo: “Esperen, la siguiente será la suya.”

Desde hace al menos tres décadas se veía venir la situación que padecen Sinaloa, Veracruz, el Distrito Federal y el resto del país, pero no hicimos nada para impedirla, y por ello todos somos responsables de la situación, eslabones de una interminable cadena de víctimas-verdugos.

No solamente estamos mal porque la policía, los falsos policías, los policías asesinos, puedan establecer un retén en pleno centro de la ciudad y llevarse de manera impune a un niño, sino porque ninguno de nosotros habría hecho algo para impedirlo.

Lo peor no es la orgía de violencia que padecemos ni el fracaso de los políticos y de una sociedad, sino la indiferencia que nos va llevando a un camino sin retorno.
De nada sirven las declaraciones o el grito en silencio del “¡basta ya!”. Es imperativo que los funcionarios de gobierno entiendan y asuman que su principal responsabilidad es garantizar la seguridad de los dueños del Estado, de los ciudadanos. No puede ser un delito menor condenar a nuestra sociedad a la desesperanza y la violencia.

No sólo tenemos un grave problema de violencia. Hemos fracasado como sociedad.

Antonio Navalón

Aleida

miércoles, 15 de abril de 2009

Burguer King

No haré comentarios adicionales ustedes saben la historia de la siguiente imagen.

¿En verdad les molesta? Pues mejor no vean el comercial.

Orale, supongo que la referencia a los chaparros se debe a la altura de Calderón.

Se me antojó una hamburguesa, yumi.

Miercoles musical





Para el último vídeo deben verlo aquí.

martes, 14 de abril de 2009

Cadillacs

A pesar de ser fan sólo he visto en una ocasión a Los Fabulosos Cadillacs. Era el año 2001 (me parece) y fuimos en grupo con amigos de la ENAH. Yo iba muy emocionado no por el concierto, sino por que iba la chica que me traía loco. En realidad no ocurrió mucho, al parecer dije algo sobre su apariencia que no le pareció, un simple malentendido. Con el tiempo Los Fabulosos Cadillacs se separaron y Vicentico entró en acción con no muy buena suerte, por lo menos para él. El primer disco de Vicentico fue parte clave para que aquella chica se fijara en mí y me abriera la puerta de su corazón (no manchen que bonita frase me salió).

Después de varios años, hoy regreso al Palacio de los Deportes a ver a Los Fabulosos Cadillacs. Las condiciones y mi vida han cambiado por completo, hoy voy con ilusiones distintas y con una persona nueva a la que adoro y eso es lo que quería rescatar con éste post. La vida, las circunstancias, los retos, los amores constantemente van cambiando a lo largo de nuestra existencia, pero la forma en como uno lo afronta se hace cada vez más rico, tengo gran dicha por las adversidades y retos ahora vistos desde con nuevas perspectivas y no con molestia y enojo.

Todo este choro es porque me opongo rotundamente al último libro que leí de Schopenhauer, en unos días espero tener tiempo para hablar de él. Hoy lo único que quería decir es que la vida es muy chingona y ya.

Les dejo la siguiente canción que siempre me ha puesto feliz (con todo y letra para que la cantemos juntos).

El tonto




Tonto, hondo pronto vas a caer
Tonto, hondo pronto vas a caer
Perdido por perdido
más profundo sea el suspiro
más lejos se van las almas a recorrer
Porque la gloria va a llegar
y sin saber cómo pasó
fue solo poder escuchar
como te late el corazón
alta tarea es recordar
Alto trabajo es esperar
Más alto poder decidir
qué camino hay que tomar
Tonto, hondo pronto vas a caer
Tonto, hondo pronto vas a caer
Perdido por perdido
más profundo sea el suspiro
más lejos se van las almas a recorrer
Y el sueño más escondido
más profundo y mal herido
La tristeza más profunda te va a mover
Porque la gloria va a llegar
y sin saber cómo pasó
Fue solo poder escuchar
cómo te late el corazón
Alta tarea es recordar
alto trabajo es esperar
Más alto es poder decidir
qué camino hay que tomar
Tonto, hondo pronto vas a caer
Tonto, hondo pronto vas a caer
Tonto, hondo pronto vas a caer
Tonto, hondo pronto vas a caer
Porque la gloria va a llegar
y sin saber cómo pasó
Fue solo poder escuchar
cómo te late el corazón
Alta tarea es recordar
alto trabajo es esperar
Más alto es poder decidir
qué camino hay que tomar
Tonto, hondo pronto vas a caer
Tonto, hondo pronto vas a caer.

Historia vs razón

Tucídides tenía razón frente a Hegel. La razón no es suficiente para dar cuenta de la Historia, cuyo carácter trágico es inmutable; y un exceso de razón puede llevarnos a negar la realidad: así sea el postestructuralismo, así el postmodernismo, así la izquierda sentimental.

Mario

Pueden ver una animación sobre la venta de armas de EU y sus repercusiones en México en el siguiente link.

lunes, 13 de abril de 2009

QVMT





Tristeza

No sé qué hacer con mi vida.

Tal vez venda inciensos en la Condesa.

Tal vez me dedique a traficar gente.

Pienso que podría encerrar a alguien durante 27 años y hacerle unos hijos… (al fin que puedo declararme loco).

No sé.

No se me ocurre nada que cure esta depresión.

viernes, 10 de abril de 2009

No entiendo

Los fresas me caían mal, pero la mayoría de mis amigos, y pocas amigas con las que tenía ondas, lo eran.

martes, 7 de abril de 2009

Jagged Little Pill

Bueno, se supone que cada fin de mes colocaría la discografía de grupo o persona que considere vale la pena escuchar y recomendar. Pero esa idea simplemente no se va poder aplicar, principalmente por el tiempo que me lleva buscar todas las canciones y después por las políticas de derechos de autor en You Tube. Estos tipos cada vez están más mamones en los permisos, entonces para que hacer un esfuerzo si en unos días te rompen tus links.

Entonces lo que voy a hacer es nada más recomendar una disco cada mes. Y como no puse nada en marzo aprovecho la semana "santa" para que disfruten del disco Jagged Little Pill, definitivamente el mejor en la carrera de Alanis Morissette y posiblemente su coco, ya que no ha logrado superar este trabajo.

* All I Really Want
* You Oughta Know
* Perfect
* Hand in my Pocket
* Right Through You
* Forgiven
* You Learn
* Head Over Feet
* Mary Jean
* Ironic
* Not the Doctor
* Wake Up
* You Oughta Know
* Your House

Rupturas

A Ruth.

Desde antes de casarse con ella, el joven marido de nuestra amiga Danni había querido hablarle sobre cómo se sentía él con respecto a tener hijos, pero como casi todos esos sentimientos eran de renuencia y repugnancia, y como Danni —que era un poco mayor que él— estaba absolutamente determinada a procrear, esa conversación prometía tanta desdicha que, para cuando Danni alcanzó estabilidad en su carrera y anunció que estaba lista, el joven marido aún no había logrado hablar con ella al respecto. El joven marido anunció que tenía que ir a Burlington, Vermont. Dijo que necesitaba reabastecerse de madera antigua para surtir su negocio de renovaciones a la medida. Desde Burlington llamaba a Danni de vez en cuando. Se oía preocupado por el estado emocional de ella, pero hasta que Danni recibió una tarjeta del servicio postal confirmando el cambio de domicilio de su joven marido, comprendió que él no iba a volver. Por teléfono, le preguntó: "¿Me abandonaste? ¿Ya no somos una pareja?" Por desgracia, para el joven marido responder esas preguntas habría significado iniciar justamente la conversación que no tenía el valor de sostener. Dijo que, de repente, en Vermont ya no había ingenuos respecto al tema de la madera. Parecía que todos allá sabían que las vigas de roble antiguo de un metro se vendían ahora en tres mil dólares. Hasta los estúpidos y los que vivían allá en el bosque estaban al tanto. Afirmó que, a medida que la información se volvía más y más barata, los mercados se perfeccionaban y resultaba imposible encontrar una ganga. Era probable que las subastas en sitios de internet como eBay contribuyeran a esta tendencia, adversa para el empresario, pero —tenía que admitirlo— benéfica para los habitantes de la zona rural de Vermont. Unos días después, mientras Danni estaba fuera en un viaje de negocios, el joven marido fue a Nueva York en su camioneta a recoger todas sus pertenencias al departamento que compartían en la calle Diez Este, incluido un trozo de nudo de arce de treinta kilos. Aún después de que Danni conoció a un psicoterapeuta de veintisiete años y se embarazó de él, el joven marido no se atrevió a decirle que él no quería tener hijos y que jamás debió haberse casado con ella. Se divorciaron por mail.
*
Stephen —un viejo amigo a quien Danni conoció en la universidad—, guitarrista de jazz y sujeto permanente de los escenarios de improvisación musical del centro de la ciudad, llevaba siete años viviendo con una diseñadora textil llamada Jillian, cuando informó a sus amigos que iban a casarse. "Sí, en efecto: en este momento Jillian es el amor de mi vida y, en efecto, ella tiene ganas de hacerlo oficial", dijo él. A últimas fechas Jillian se había impacientado porque Stephen nunca tenía dinero, insistía en quedarse despierto todos los días hasta las tres de la mañana y en hacerles favores a las monjas, como por ejemplo llevarlas en su coche a funerales en estados que quedaban muy lejos o acarrear sus muebluchos en un camioncito que les prestaba el párroco (Stephen había estudiado y, de manera intermitente, se había criado con monjas). Jillian sentía que el matrimonio iba a estabilizar a Stephen, lo volvería menos susceptible a los deseos de las monjas y más receptivo a los de ella, empezaría a limpiarse mejor las uñas, llegaría antes de la media noche, etcétera. Ya casados, a Stephen le sorprendieron las expectativas de Jillian. El fin de semana posterior a su pequeña boda —que se celebró en el jardín de casa de un amigo, en las afueras de la ciudad, bajo el brillante sol de octubre— Stephen fue a cambiarle los mosaicos del baño a una monja que se llamaba la Hermana Doina y regresó prácticamente al amanecer, después de una tocada de jazz. A las tres semanas Jillian se fue de casa. Cuando llegó la fecha en que los recién casados tenían que usar los boletos de avión para ir a Pittsburgh por Navidad, Jillian se abrió paso a través de la sala de espera de US Airways en La Guardia en busca del único asiento distante de los numerosos monitores estridentes del aeropuerto. Supo que al fin lo había hallado cuando encontró a Stephen sentado allí, manipulando los audífonos especiales, en miniatura, con estéreo, y que de paso servían como tapones contra el ruido. En Pittsburgh, recibieron la felicitación de unas ochenta personas, todos invitados de los acomodados padres de Jillian, que pagaron los boletos de avión de la pareja, y durante varias noches, en la cama que Jillian había tenido de niña, los recién casados se enfrascaron en tener sexo furtivo —juvenil y tembloroso—, a pesar de que ella ya había solicitado al Estado de Nueva York los trámites para separarse legalmente de Stephen y de que todo el tiempo llamaba por teléfono a su nuevo novio en Manhattan —no era católico ni le gustaba la música— para asegurarle, día tras día, que lo de Stephen había quedado muy, muy en el pasado.
*
Unos meses antes de que Ron empezara a presentar a Lidia, su nueva novia, con sus amigos, su padre murió y le heredó suficiente dinero como para comprar la clase de dúplex en el West Village que él siempre había querido. Ron era maestro de filosofía en The New School. A lo largo de los años, les había confesado a algunos amigos su temor de que el único propósito de su estadía en este planeta fuera insertar su pene en la vagina del mayor número posible de mujeres. La lista de las insertadas incluía tanto a ex estudiantes y a las inscritas en uno o más de sus cursos, como a varios miembros de la facultad —tanto subalternas como profesoras de más alto rango; ponentes sobre filosofía que venían de otras ciudades; las hijas mayores de su contador y de su vinatero; Jillian, la diseñadora de textiles; la novia de un ex vecino, y varios miembros del personal femenino de la sucursal más cercana del New York Sports Club. Ron se especializaba en filosofía moral. Uno de los principales motivos por los cuales las mujeres caían rendidas a sus pies era su gran tacto y consideración. Ron las escuchaba con paciencia y compasión, como el hermano o el padre tierno y respetuoso que ellas siempre habían querido tener. Y, aunque éstas eran las mismísimas cualidades que llevaban a las mujeres a depositar su confianza en él —lo que fomentaba aquello que Ron temía era su única misión en la vida—, verdaderamente era un hombre agradable; en realidad había buenos motivos para que tuviera tantos y tan leales amigos. Y ésta era la razón por la cual, a medida que pasaban los años, Ron se castigaba con amargura por su incapacidad para permanecer fiel a cualquier mujer por más de sesenta días, aproximadamente. A veces, se confesaba ante sus amigos, quienes, al verlo sufrir y culparse de esa manera, se sentían acongojados y se apresuraban a asegurarle que no, que él no era ni un monstruo ni un enfermo. Su mal comportamiento les causaba tanto dolor que sentían ganas de consolarlo en vez de condenarlo (aunque —en lo que a esto se refiere— sin duda ayudaba el que uno jamás presenciara el dolor que Ron pudo haberles causado a las mujeres que confiaron en él). Cada vez que alguien nuevo entraba en su vida, Ron desaparecía con ella tras las puertas cerradas de la recámara, como para evitar interacciones potencialmente comprometedoras con sus amigos (en cuya mente —conforme pasaron los años— las innumerables jóvenes, todas idénticamente esbeltas y todas de ojos oscuros, así como las jovencitas de corto plazo, se fusionaron en una sola), y también para minimizar la incomodidad de desechar a la novia en turno, cuando llegara el tiempo de desechar. Sin embargo, por fin, con la muerte de su padre, la compra del dúplex en Bank Street y la proximidad de su cumpleaños número cuarenta, Ron decidió dejar atrás todas sus actitudes infantiles. A unas semanas de conocer a Lidia —una joven belleza ecuatoriana de Jackson Heights que procesaba casos de drogas para el fiscal de distrito de Manhattan— Ron se aseguró de que todos sus amigos la conocieran. Sentado junto a ella en gabinetes de diversos restaurantes, declaró ante ellos que por fin había encontrado a su par, intelectualmente hablando. Mientras Lidia se ausentaba para ir al baño, Ron admitió, además, que su relación con ella era "básicamente un asunto cerrado", que ya no podía "echarse para atrás", que definitivamente iban "rumbo al altar", que se sentía listo para adoptar a su hijita de tres años —producto de un fugaz primer matrimonio de Lidia— y que, aunque evidentemente iba a requerir de un esfuerzo titánico de su parte, estaba determinado a serle fiel a Lidia durante el resto de su vida, porque estaba maravillado por su inteligencia y su extraordinario sentido del humor. Ron profirió todas estas grandes noticias en un tono de voz abstracto y sin mirarlos a los ojos. Cuando Lidia volvió, ya con el color de labios y la máscara de pestañas retocados, los amigos de Ron no pudieron dejar de notar que él estaba sentado de espaldas a ella, a unos cincuenta centímetros de distancia, y que Lidia decía cosas como "expresso", "eck cétera" y "entre yo y tú", todas frases que invariablemente habrían enfurecido a Ron. Sus amigos casi tenían la sensación de que Ron ni siquiera la escuchaba. Mientras ella contaba que tenían planes para ir a acampar a la Columbia Británica y miraba a Ron con intensidad para corroborar su aprobación, él tenía la vista extraviada, como un hombre que intenta vaciar su mente mientras le sacan sangre del brazo. De vez en cuando Ron volvía a concentrarse, se inclinaba para rodear a Lidia con el brazo y le ordenaba, por ejemplo, que les contara a sus amigos sobre la palabra del Scrabble que le había valido ganarse ochenta y siete puntos. Lidia bajó la mirada hacia su servilleta. "Plenario", dijo ella: ni siquiera era una palabra tan extraña. Pero Ron insistió en que jamás la había escuchado, que el vocabulario de Lidia era infinitamente superior al de él y, de manera absurda, que él jamás había logrado anotar ochenta y siete puntos en un solo juego de Scrabble. "Estoy contento", dijo llanamente, con el cuerpo en ángulo hacia la puerta del restaurante. "Siento que podría conformarme jugando Scrabble con Lidia el resto de mi vida." Unos meses después, durante las vacaciones de verano, cuando algunos de sus amigos preguntaron cómo iban las cosas con Lidia, Ron se mostró distraído e impaciente, como si a esas alturas todos supieran cuáles eran sus sentimientos y le sorprendiera la pregunta. Respondió que Lidia y él acababan de pasar la marca de los seis meses y que más valía que se casaran porque, básicamente, era un asunto cerrado; a esas alturas, ya no podía echarse para atrás y, sí, lo admitía, a veces le resultaba difícil imaginar que tendría sexo con la misma persona el resto de su vida, pero ya había cumplido los cuarenta, era hora de crecer y estaba determinado a que su relación funcionara, de modo que, básicamente, sí, las cosas iban muy, muy, muy bien entre ellos. Unas semanas después, Ron desapareció de todo tipo de contacto —por voz, mail o en persona. Reapareció hacia fines de agosto, con un sedoso correo electrónico enviado a todos sus amigos notificándoles su nuevo domicilio postal y su nuevo número telefónico. Obligado a dar una explicación, contestaba irritado que estaba rentando un departamento de dos recámaras en la calle Veintiocho Este y trabajaba en su libro sobre Heidegger. Sobre Lidia, prefería no decir nada, aunque en varias ocasiones sí mencionó a una de sus estudiantes del curso de verano llamada Kristin y, bajo un interrogatorio más intenso, admitió haber tomado responsabilidad moral por todas las promesas incumplidas a Lidia que le salieron tan caras, desde el punto de vista financiero. Dijo que Lidia quedó devastada cuando se enteró de que él estaba involucrado con Kristin —una relación con la que no iba a insultar la inteligencia de sus amigos fingiendo que sobreviviría más allá del Día del Trabajo— y, como no había ninguna excusa posible para su mal comportamiento, trató de hacer las paces de la mejor manera posible ofreciéndole a Lidia pagar un enganche del treinta por ciento del costo de un cómodo departamento en la Avenida West End, ideal para una profesionista soltera y su hijita de tres años y medio, lo cual requirió poner a la venta el dúplex de Bank Street a precio regalado para que se vendiera pronto, razón por la cual ahora vivía en un anónimo departamento de interés social en Murray Hill. Ron era quizá la máxima autoridad en el mundo sobre la filosofía moral de Heidegger; eran célebres las ingeniosas traducciones improvisadas que hacía en clase de los intrincados textos griegos y alemanes, de modo que sus amigos —aun los más brillantes—, se sentían muy intimidados intelectualmente como para cuestionar a Ron por haber pagado en efectivo varios cientos de miles de dólares por el pecado de engañar a una novia con la que apenas había salido seis meses. El hecho de que esas transacciones de bienes raíces se hubieran gestado de seguro en el tiempo en que Ron aseguraba que Lidia y él estaban prácticamente casados —y de que todo el drama privado de exposición, vergüenza y penitencia no hubiera podido apiñarse en el lapso de esas tres semanas y media en que Ron desapareció de la vista de todos— se convirtió en sólo uno más de los misterios a los que nunca volvieron a hacer alusión: era el precio por tener el placer de contar con la compañía de Ron.
*
Por otro lado, después de haber tenido relaciones sexuales sin protección con Rebecca, su instructora de pilates, con suficiente frecuencia (y un poco más) como para embarazarla, Peter, el primo de Stephen, fue a ver a su esposa —con quien tenía dos hijos— para decirle que, aunque estaba comprometido con su matrimonio, también estaba enamorado de Rebecca y quería participar en la crianza del hijo que iba a tener con ella: ¿no podían aprender todos a simplemente a llevarse bien? El plan de Peter era realista desde el punto de vista financiero: oncólogo experto en radiación, tenía muchos clientes en la zona residencial y sentía que si Deanna también era realista, difícilmente podía negarse a aceptar su propuesta. Peter era un muchacho agradable del Medio Oeste que floreció tarde. Se había casado con su insulsa y algo pegajosa novia de la universidad, a quien le permitió trabajar en un banco para que lo mantuviera mientras él estudiaba medicina. Ahora comprendía que un exitoso oncólogo de Manhattan como él podía aspirar a algo mucho mejor, en lo que a esposa se refiere, en vez de permanecer casado con esta amarga e irritable madre de cara apretada y muslos desbordantes, y que permanecer a su lado equivalía a pagar tasas de interés de los ochenta cuando el resto del mundo ya había refinanciado su hipoteca —verdaderamente no había ninguna razón para no hacerlo— aunque, a la vez, reconocía lo mucho que le debía a Deanna y cuánto quería a sus hijos, y una de las muchas cosas maravillosas de Rebecca era lo cómoda que se sentía con la idea de un arreglo a la francesa. Así es que no había ningún incauto en el panorama. Todos los involucrados estaban haciendo su máximo esfuerzo por ser corteses y responsables, a la vez que —como Peter subrayó cuando le expuso la situación a Deanna— no dejaban de ser realistas. Sólo después de que Deanna contrató a un abogado competente, obtuvo la custodia absoluta de los niños y un acuerdo de divorcio que destazó a Peter, desde el punto de vista financiero, él se dio cuenta de lo equivocado que había estado desde el mismísimo principio con respecto a la percepción que tenía de ella: ¡Nunca había sido buena gente, sino una mujer doméstica y mezquina! Qué fortuna tener a Rebecca, que no sólo era joven y tenía buen cuerpo, sino que poseía una fortaleza y una firmeza admirables (como lo demostró su disposición a compartir a Peter con Deanna), aunque —como a veces se admitía a sí mismo en la regadera o en la cama, a las tres de la mañana, cuando empezaba a disiparse el efecto de su segundo martini, o cuando recordaba a Deanna en su opulenta casa nueva, allá en Harrison, con su atroz camioneta de burbuja— se sorprendió a sí mismo dirigiéndose a ella en su mente como "[pinche] vieja ojos de cerdo". Eso de ser buena gente era un término relativo y era probable que Deanna viera el asunto de un modo algo distinto.
*
O como a Antonia, la amiga de Peter, le gustaba contarle a quienes iban a visitarla a su departamento, ubicado en los pisos superiores de una lujosa unidad de edificios con vista a Central Park, adquirido con lo que obtuvo con el acuerdo de divorcio, en todo matrimonio fallido llega un punto en que nos enfrentamos al holograma de una figura cerca de nosotros mismos mediante el cual, a través de la mirada demencial del otro cónyuge, es posible ver el monstruo que el otro proyecta en lugar de nosotros; un monstruo que se nos parece sólo de manera superficial (aunque es probable que esa proyección sea un poco más gorda y arrugada de lo que uno está en realidad, de igual forma que es probable que la idealización juvenil del marido haya proyectado a una mujer más firme y sensual de lo que en realidad era en aquella época), pero, en todos los demás aspectos, es sólo una figura fantástica y completamente desconocida. Antonia hacía que todas sus visitas se descalzaran a la entrada y nunca permitía que más de una persona fuera a verla a la vez. Ni siquiera sus propias hijas podían ir juntas, tenían prohibido llevar visitas a dormir o usar zapatos en casa. Éstas eran sólo algunas de las pequeñas disposiciones que Antonia se permitía imponer después de veintitantos años de ser madre y de un infernal periodo en el que combinó el papel de esposa con el de ejecutiva de una corporación en Palo Alto. En su propio matrimonio el momento decisivo llegó después de hacerle un comentario poco afectuoso a su marido. No era distinto de otros miles de comentarios poco afectuosos que le había hecho en los diez años anteriores, pero esta vez él —un hombre pequeño y dócil, con la costumbre de arrugar la nariz cuando estaba nervioso y un rostro que el público asiduo a La semana en Wall Street reconocía con familiaridad— la tomó del cuello con la mano derecha y presionó su pulgar contra su tráquea. Con la izquierda, le oprimió las muñecas contra el pecho. Puso su rostro muy cerca del de ella —que se iba poniendo cada vez más morado— y la increpó:
—¿Por qué me haces esto?
A lo que Antonia no pudo sino responder:
—¡Qu...éghhh. Aghhhh!
Y, así, el marido le gritó en la cara:
—¿Por qué me haces esto? ¡Podrías dejar de hacerme esto por favor?
Tal y como después Antonia lo contó a las descalzas amistades con calcetines que —una por una— iban a visitarla, ése fue el momento preciso en el que, a pesar de su creciente temor, por fin pudo verse a sí misma tal y como su marido la veía a ella: una persona maligna y de una fortaleza aplastante que le impedía alcanzar todos y cada uno de los placeres y libertades que él siempre había deseado, y cuya astucia e ingenio aniquilaban su hombría. Sin embargo, Antonia trató de señalarle lo absolutamente absurdo de esa petición.
—¡Eghhh... Aghh! —dijo ella.
Poco después, cuando recobró el conocimiento, estaba tendida en el piso de la cocina. Recargado en el desayunador, su marido masticaba una rebanada de pan de centeno doblada a la mitad. Antonia estaba adolorida y sentía la garganta rasposa, pero más que autoprotección la invadió el humor.
—Lo que intentaba decirte —afirmó ella— era que quién estrangula a quién.
La respuesta de su marido fue prosaica:
—No te estrangulé.
—Entonces, ¿por qué tengo la tráquea prácticamente destrozada y por qué estoy tendida en el piso? —preguntó Antonia.
El marido respondió llanamente:
—Jamás te he puesto la mano encima.
Y, lo más curioso de todo, les dijo Antonia a sus amistades, era que su marido creía absolutamente esas palabras, y ella entendió lo que él quería decir y también lo creyó. Porque, ¿cómo pudo haber tocado a la verdadera Antonia si ella ni siquiera estaba en el mismo cuarto (o, posiblemente, ni si quiera en el mismo universo) que él? Sin embargo, dijo Antonia, se preocupó de verlo actuar como un psicótico.
—¿Amor? —intentó tiernamente tendida en el piso.
Al oír esto el marido extendió los brazos y —con la mirada suplicante al cielo— pareció estrangular a otras Antonias invisibles que lo rodeaban por doquier.
—¿Qué tengo que hacer para deshacerme de ti? —gritó el marido—. ¿Qué tengo qué hacer para que dejes de hacerme esto?
"Ay, el pobrecito", pensó Antonia: "Estoy a punto de matarlo".
—Sólo dame la mitad del dinero —respondió ella, llevándose las manos al cuello—. Sólo: ¡Eghhh... Da...Aghhh. Nada más. Sólo lghhh maghhh del dinerito, amorcito.
Antonia se rio y tosió, y el marido salió huyendo con el rostro pálido, como si acabara de ver a una bruja fulminante, a un muerto viviente, o algún tipo de aparición salida de una película de horror. Hasta donde pueden asegurar sus amistades, enfundadas en calcetines, en los años siguientes Antonia jamás se refirió a él con ira, sino con lástima porque, como ella decía, el pobrecito se conocía a sí mismo tan mal. Y, al escucharla contar estas historias con una voz que, con cada año que transcurría en Central Park West, se volvía más aniñada y caricaturesca, sus amistades sentían pena también por él. -
Jonathan Franzen
— Traducción de Laura Emilia Pacheco

Amor y Guerra

Excelente corto, simplemente no pueden dejarlo pasar. Gráficamente es de gran calidad y de la música solo dejense sorprender.

lunes, 6 de abril de 2009

Divina aura

Acababa de romper con una chava a la que me planchaba y me traía babeando la acera; busqué un poco de desahogo en una casa de citas, para llegar a ella tuve que comprar el periódico ya que todos los que sabía de su existencia cerca de mi casa ya estaban clausurados; consulte como quién busca desesperadamente un empleo en la sección de clasificados.

La casa estaba a unas cuadras de La Villa, simpática paradoja. Llegué a aquel burdel donde francamente había mujeres que deprimían más mi estado de ánimo, una parecida a la Vitola pero en fea, otras que parecían que vendían gorditas de masa en el atrio de la Basílica, otras que parecían no bañarse, francamente para darles unos pesos y salir corriendo de ahí.

En la sala de espera estaba junto con algunos personajes muy pintorescos que van de desde un chofer de micro, un policía, un chavito de menos de 20 años, y un señor que admitía sus miserias sexuales diciendo: "Yo para que le hago de pedo si me tardo más en meterla que en venirme".

Viendo lo triste y patético del lugar y lo "selecto" de la compañía me disponía a salir de ahí lugar con la sensación de que no saciaría mi sed de venganza, iba a darle una propina al guarura de la puerta cuando de repente con un aura como el de las hadas de las caricaturas la vi bajar con un vestido transparente que simulaba la piel de algún felino pero a diferencia de las demás no se veía vulgar al contrario parecía no encajar en aquel lugar.

Me dispuse a "seleccionarla" y pasamos al cuarto que francamente era patético tenía unas sabanas de esas que echan chispas que parecían que no las lavaban desde "la última vez", unos cuadros que más que excitantes parecían extraídos de la grasienta pared de algún taller mecánico, la "almohada" si a eso se le puede llamar almohada tenía una funda que tenía más manteca que un comal de fritangas, la puerta no cerraba; pero entre tanta adversidad ella estaba y opacaba todo lo deprimente del lugar.

Ya acordamos el trato y nos dispusimos a pasar al acto, alguna otra ocasión que había estado en esta circunstancia de pagar por sexo siempre había percibido esa sensación de ausencia de la otra persona y hasta la mía ya que siempre pienso ¿qué hago tirando mi dinero a lo pendejo? Si le puedo hablar a cualquier amiga de la facultad comprar un pomo con la mitad del dinero y estar con ella hasta el amanecer, cachetarla y mandarla en taxi a la hora que se me antoje y de esta forma desahogarme.

Esta vez no la sentía ausente, había algún tipo de conexión que me hacía desconfiar, a lo mejor tenía alguna enfermedad y disfrutaba viendo como me la contagiaba, ¿era transexual? o ¿se estaban robando mi carro del año afuera de la casa? O ¿alguien entraría en ese momento y con precisión quirúrgica me extraerían un riñon para mandarlo al extranjero? Estaba tan a gusto que se me hizo sospechosa, pero su aura me bloqueó todos los malos pensamientos y como dirían las novelas de Corín Tellado "nos dispusimos a darle rienda suelta a nuestra pasión". Y si que lo hicimos-
Me quedé dormido, desperté y vi mi reloj, ya habían pasado más de 90 minutos y el servicio solamente duraba 40, de repente y pendejamente me comencé a revisar por si tenía alguna cicatriz, si no estaba mi cartera o mi reloj -ya había checado la hora- de pronto me voltee y la vi del otro lado de la cama observándome con una mirada que ni la mujer -supuestamente- más enamorada de mi me había lanzado y para acabarla de fregar me había tapado con su atuendofelina para que no me diera frio.

Nos vimos y comenzamos a platicar, tantas similitudes me parecían divinamente sospechosas, le pregunté que si tendría que pagar más por el tiempo que me quedé y con una pícara sonrisa me dijo que sí, eran según ella "cosas de la casa".

"Llamando, favor de bajar de la luna", dijo ella, ese chiste me hizo reír mucho. Comenzamos a platicar y me comentó que a ella le gustaba escribir, le gustaba la magia y que hasta la había ejercido un poco, yo le comenté que también me dedicaba a escribir y que era escéptico ante lo paranormal. Así estuvimos quien sabe cuanto tiempo hasta que por extrañas razones me dio un delicioso beso.

¿Qué no se supone que las putas no besan a sus clientes? ¿Qué querrá de mi? ¿Dios mio qué es esta extraña sensación por una del talón? ¿Virgencita de Guadalupe tu que está a unas cuadras líbrame de todo mal?

Estaba seguro de que había algo especial en ella que me hace sentir maripositas en el estómago y sentir que estas cosas no son casos de telenovela o de leyenda. Vivía una de mis fantasías.

Intercambiamos teléfonos, le di mi e-mail y ella me dio su verdadero nombre, le pusimos fecha y hora para el encuentro; sería en el Sanborns de la Fragua el miércoles siguiente a las 10 de la mañana. A la salida tuve que pagar lo que debía por el tiempo extra.

Esto al parecer va salir muy chingón será una experiencia que nunca olvidaría entre ella y yo hay una conexión y su halo me tiene muy apendejado. Nunca me imaginé sentirme así por una prostituta, ¿me veré muy patético si en su cumpleaños llegó a la Casa con un ramo de rosas? Siempre me imaginé que las del talón eran gandallas y sin sentimientos. Ella me hizo pensar lo contrario.

¡Chingada madre! Son las 12 am. Los guardias de Sanborns me ven con cara de que me voy a robar algo, ella no llega. Eso me pasa por confiar en una puta. Que su pinche halo se vaya al carajo, es igual de culera que las demás mujeres, sean o no. Voy a comprar el Universal para buscar un putero con putas que no me quieran ver la cara de pendejo.

Update .- Ella me hizo tragarme todas mis palabras. Ese mismo día llegué a mi casa y tenía un mensaje de que no había podido ir se disculpó y quedamos de vernos otro día. Ya llevamos más de 4 meses saliendo y cada vez que termino de hacer el amor la veo con ese halo que me vuelve loco, ella prefiere decir que tenemos pasión y dice que le gusto pero de amor nada. Qué demonios mientras ella me comparta su halo me vale madres que la relación sea solo física. Estoy enamorado de ella y ¿qué?

Update seis años después.- Hace cinco años que no la veo, su correo 'bomboncitolight@hotmail.com' está muerto. Yo aún uso la navaja suiza que me regaló.
Carlos Mendoza

QVMT





domingo, 5 de abril de 2009

Finales

Regla oficial dice que todo juego relacionado con una película es una basura. Después de varios intentos se realizó un compendio de la trilogía de Matrix. The Matrix: Path of Neo fue una recopilación de la historia original por lo que había elementos que no se vieron en el film. Además el juego fue dirigido por los mismísimos hermanos Wachowski. El juego es regular y no muy difícil ya que el Elegido pocos problemas puede tener, todo se descompone con el final, ya que en lugar de ver la conclusión de la historia -incluso para componer algunas cosas que hicieron con la película- los autores deciden salir en forma de pixeles sobre un sofá y burlarse de los que le dedicaron tiempo a su juego.

Nada, pero nada recomendado.

viernes, 3 de abril de 2009

No entiendo

Pero, ¿qué me dicen de la familia mexicana y su gusto por obligar a los hijos/sobrinos/primos a hacer visitas con cierta frecuencia? Mi familia paterna siempre me ha cagado la madre. Me sentiría pésimo si mis padres me obligaran a ver a mi abuela o primos forzosamente. Afortunadamente no es el caso, y yo pude ignorar a mi familia con todas las de la ley. Pero conozco gente que a huevo tiene que ir el domingo a visitar a la abue o se desata el infierno. ¿Por qué debo ver a huevo a alguien con quien no me conecto en absoluto? ¿No es idiota?

jueves, 2 de abril de 2009

Creo que...

La mayoría de nosotros no estamos preparados para absorber la verdad de lo que realmente está pasando.

Aleida