lunes, 26 de septiembre de 2016

Críticos

Creo que es completamente válido (¡y necesario!) que nos indignemos y/o nos pitorreemos de Peña por su ignorancia y su chafez académica. Porque es un güey que prácticamente nació en la incubadora de la política neoliberal (siempre quise usar la palabra “neoliberal” en un texto de opinión, siento que con esto ya puedo ir a pedir mi título a la FCPyS de la UNAM, así, en automático; lo van a tener listo en ventanillas, enmarcado y hasta con un ramo de rosas esperándome... y si logro meter con calzador el término “tecnócrata”, me incluyen mención honorífica sin costo extra) y que casi toda su vida asistió a instituciones privadas. No es un güey que haya tenido que trabajar para pagar sus estudios, ni caminar dos horas por la montaña para llegar a la escuela, ni tomar agua caliente para engañar el hambre a media mañana. Y si ya tienes aspiraciones presidenciales y aparte eres cero chairo y mil por ciento TLC, güey, pues ya aprendes inglés, no mames. Y bueno, escribes tu tesis, aunque te quede aburrida y nadie nunca la vaya a leer... sobre todo si tu carrera no es de algo abstracto y “artíshtico” sino de DERECHO, que sí tienes que medio saber para ejercer. Si no quieres hacer tesis, te metes a Ciencias de la Comunicación y te titulas con un cortometraje de un chavo atormetado e incomprendido que al final se suicida... y luego descubre que todo fue un sueño pero misteriosamente aparece una pistola humeante al lado de su almohada... ¿Fantasía o realidad? ¡El espectador decide! CHAN CHAN CHAAAAN.
(Si estudiaste Ciencias de la Comunicación y no hiciste un cortometraje con esa trama y/o una crónica de las luchas en la Arena México y/o un reportaje del Tianguis Cultural del Chopo y/o un artículo de opinión sobre “periodismo en la era digital” y/o un análisis semiótico de los espectaculares del Periférico, ¿realmente estudiaste Ciencias de la Comunicación?)
Lo que está chafísima es asumir que, como ya nos estamos cabuleando al presi, también se vale reírse de todos los que no fueron a la universidad o que no pudieron acabarla, de los que no estudian en instituciones “de prestigio” o de los que no hablan inglés. Porque en este país, tantito más allá de nuestra burbuja de calles pavimentadas y escuelas públicas con paredes embarradas de chicharrones anaranjados pero con drenaje y luz eléctrica, es un reto ya dejen ustedes llegar a la educación superior, sino terminar la primaria.
Por eso me revientan los “chistes” del Conalep, y peor tantito cuando el discurso dominante es que la solución mágica para todo es “echarle muchas ganas y salir adelante”. Bueno, pues les tengo noticias: un Conalep no es un club social ni un fumadero de crack, sino UNA ESCUELA, en la que los alumnos deben chingarle igual (o más) que en el Colegio Argos de Metepec, en el CCH Sur o en el Oxford o una de esas de curas violadores (#NotAllCuras #NotAllOxfords). Esos alumnos se levantan cada mañana y llegan a clases... todo para que una bola de clasistas se mofen de su esfuerzo en Facebook por no ir a “un instituto bien”.
(El colmo es, por supuesto, que la mayoría de los memes que se burlan de la “poca calidad educativa” del Conalep están llenos de faltas de ortografía. Plop.)
En esa misma onda, reírse de la gente que no mastica inglés en un país donde esa materia ni siquiera existe en las primarias públicas, es purititita pinche discriminación.
(Puntos extra a los que escriben “looser” para referirse a los que no hablan una lengua extranjera.)
El video de Peña diciendo “infrestrocchor” es chistoso porque él pertenece a la élite que volvió aspiracional dominar ese idioma, pero que no ha movido un dedo para hacerlo accesible a la mayoría del país. Ahí está el subtexto que lo vuelve absurdo y por lo tanto divertido. El humor está extrañamente emparentado con el chairismo: está chido reírte del opresor, pero no del oprimido (sobre todo cuando el oprimido no eres tú y lo haces desde el privilegio). Y “la risa es la mejor medicina”, pero si viene de un clasismo virulento, mejor nos quedamos enfermos.