lunes, 5 de octubre de 2015

¿Esto también es amor?

El hombre que cambió de ciudad para mudarse a vivir con ella porque quería complacerla aunque tuviera que jugarse la vida y el origen y al que alguna vez miró como su héroe personal ahora le resulta infantil, tediosamente ordinario. Un niño que necesita aprobación sin cesar y que se entrega cada noche a los videojuegos para “desestresarse”. Una imagen ulcerante que le hace preguntarse dónde diablos quedó aquel hombre del que estuvo tan enamorada.
La pancita esponjosa cultivada a base de cerveza, la repetición ad nauseam de las mismas anécdotas, las deslumbrantes frases o inteligentes conclusiones que le roba a ella y que pronuncia delante de los amigos como si las hubiera concebido él mismo, su uso del “nosotros” para referirse a las cualidades de ella: “nosotros preparamos una paella buenísima” o “nosotros vemos películas de cine mudo porque nos encantan…” La paella la preparo yo, piensa ella. Y de cine mudo no sabía nada hasta que me conoció.
Todas esas cosas de él ella las odia pero al no tratarse de un odio limpio, poderoso y determinante sino pastoso como la cotidianidad; no toma la decisión de dejarlo e incluso, a veces, se le ocurre que eso también es el amor.