viernes, 15 de enero de 2010

Diálogos de lavadero VII

Miércoles en la noche. Hay una sola fila para comprar boletos para el cine; es larga. La taquilla, es una de esas cerradas y donde, para comunicarse, hay un micrófono pegado en el vidrio. Dentro, una señorita atiende a las personas, y cada vez que quiere decir algo aprieta un botón para que se escuche su voz por el auricular. Es el turno para comprar de una señora y su hija.
Señora: hola preciosa, queremos dos boletos para la función de la sala cinco.
Taquillera: son…ien…esos
Señora: ¿no se escucha bien, cariño?
Hija: que son 100 pesos, ma
Señora: ah, OK, aquí tienes corazón. Por cierto, qué linda te ves embarazada. ¿Cuánto tiempo tienes?
Taquillera: …st…zada…ita
Señora: otra vez no te entiendo bien, cariño. Dilo más fuerte.
Taquillera: no…est…azada…y…dita
Señora: ay, este micrófono es una porquería.
Hija: ma, ya déjalo.
Señora: espérate m’ija, la señorita me está diciendo algo. ¿Cuánto tiempo dices, cariño?
Taquillera: n…esty…razada…oy…dita
Señora: no corazón, no te entiendo, puedes decirlo más fuerte y claro.
La taquillera, desesperada, se levanta de su silla, se acerca lo más que puede al micrófono y casi de un grito, que se escuchó muy claro afuera, dice: NO ESTOY EMBARAZADA, SOY GORDITA.
Nota: espero que se entienda, porque cuando me lo contaron fue genial.

Volovan