lunes, 26 de febrero de 2007

Diálogos de Lavadero IV


Sentado en el metro decido abrir por un momento los ojos y mirar a mi alrededor.

Hay un joven que va parado cargando una mochila con la cuál, alcanza ligeramente a rozar el hombro de un señor algo mayor, pelón y con traje.

Inmediatamente el hombre le reclama, en sus ojos hay furia. Pero el joven no responde, sólo se le queda mirando, no valía la pena decirle nada y mucho menos hacer un escandalo por un ligero roce.

Dos estaciones después, el joven se baja del vagón dándole otro ligero rozón al señor. Pero la lentitud de este último no le permitió reclamarle al chico que ya llevaba varios metros de camino.

El viejo se quedó con su coraje y yo logré sonreír un poco. Era lo más emocionante que me había ocurrido en días. Decidí celebrarlo cerrando nuevamente los ojos. Era suficiente contacto humano por el momento.

Ángel Caído.

P.D. ¿Es mi imaginación o en verdad los que viajamos en el metro después de las 11 de la noche lucimos mas tristes que la mayoría?