martes, 24 de junio de 2008

Mayo del 68

En el agobiante y prodigiosamente desquiciado mayo de 1968, en un muro de París apareció la leyenda: ”La imaginación al poder”. Era evidente que los turbulentos jóvenes franceses (y, toda proporción guardada, los jóvenes mexicanos de octubre del mismo 68), daban como un hecho irrefutable que quienes poseían el poder (los animales políticos hechos gobierno) carecían de ese don que permite dilatar el pensamiento hasta límites insospechados: la imaginación; el poder de crear imágenes que trasciendan los muros de la “razón conveniente”, las ergástulas de la “convenenciera sensatez”.
En estos primeros años del colectivamente aceptado como siglo XXI, los políticos: ésos, aquéllos y éstos (los “nuestros”) parecen haber aprendido la lección del ya casi ancestral 1968: hacen tenaz ejercicio de la imaginación, de su corta y funesta imaginación, pues saben bien que a todo en esta tierra se puede renunciar, menos al poder, así esté apuntalado en el más estúpido y siniestro de los desvaríos o en la frívola y babeante imaginería (Cfr. Vicente Fox y sus epígonos).
Sobre estos asuntos, el astrofísico francés Michel Cassé afirma: “Borrada toda nuestra imaginación, nuestra humanidad no sería más que un poderoso organismo en un coma profundo, viviendo sin corazón y sin cerebro, alimentado y animado por toda una red de artificios, bajo la vigilancia de algunos enfermeros con mascarilla”.
Filiberto Cruz Obregón