Fisgoneaba otro mensaje en el celular de alguien sentado a mi lado en el microbús. Era una chica morocha, dantesca a la mexicana. El mensaje decía:
"Buenos días. Te deseo en cuerpo y alma, te amo como jamás amé a nadie¨
Juro que decía eso. No supe qué pedo, por un lado me daban unas ganas irremediables de romperle el corazón a la prieta. Cada vez soporto menos a las parejas felices en la calle, cada vez les creo menos sus abrazos indivisibles, sus horas de llegada y rasgos heredables. Tengo la firme creencia de que cuando uno termina una relación en lugar de aprender -como dicen- desaprende, se vuelve más imbécil.