lunes, 6 de septiembre de 2010

Oscarito


Oscarito se rehusaba a jugar con los demás niños. Jugaban muy rudo y su pequeña estatura no le favorecía. Los niños no lo querían en su equipo, y a las niñas se les hacía curiosito y lo pintaban como princesita, y eso a él le chocaba.

Oscarito permanecía al margen, deseoso de irse a su casa con sus amigos los Legos, pero ya sabía que si bajaba a quejarse con los papás mientras tomaban, le hacían pow pow. El pow pow eran nalgadas, aunque más humillantes que dolorosas. Oscarito especialmente recordó una vez que le hicieron pow pow mientras las niñas se reían quedito desde el balcón.

"Oscarito, te toca ser el lobo", dijo uno de los niños más grandes. "No quiero", dijo apenas audible Oscarito.


Fue ahí que, mientras los papás tomaban abajo, los niños decidieron matar a Oscarito.


"¡Hay que jugar a los almohadazos!" propuso el niño más grande.

Tomaron sus almohadas, duras almohadas de cojines cuadrados del sillón, almohadas con funda negra del cuarto de papá y mamá y cobijas gruesas del armario polvoso. Rieron mientras todos golpeaban con almohadazos a Oscarito, en un acuerdo que no necesitó de palabras. Oscarito tropezó y se abalanzaron sobre él, brincando niños encima de niñas y cobijas. Risas y más risas, hasta que uno de los niños dijo "Quítense, no puedo respirar".

Uno por uno se fueron quitando, unos todavía riendo y otros jadeando con los cachetes rosados. Al pararse todos, permaneció un bultito en silencio cubierto por una cobija.

Uno de los más grandes golpeó al pequeño bulto despacito con una almohada sin recibir respuesta.


"¿Oscarito?"

Al quitar la cobija, el cuerpo inerte de Oscarito yacía con los ojos cerrados, su boca abierta.

"¡Se murió! Se murió el Oscarito!" bajó corriendo una de las niñas con los papás.

Aullidos de mamás y gritos y jaloneos violentos mientras los papás ebrios subieron las escaleras como estampida. Vasos quebraron y alguien se tropezó con una silla. Una mamá sollozó casi ahogándose, mientras otras mamás no permitieron que subiera.

Un papá encerró a las niñas histéricas en un cuarto con una mamá, mientras los niños alrededor de Oscarito lloraron como niñas y uno se orinó.

"¡Perdón, perdón, perdón!" sollozó el niño más grande, el orinado.

Un papá se arrodilló frente a Oscarito, su cara desfigurada del dolor. Su aliento alcohólico y su camisa olorosa a cigarro se acercaron con pavor al cuerpo del niño. Sus ojos brillaron y un moco se escurrió por su nariz.

"Mijito.." susurró el papá.



"¡Taraaaaaaan!" de pronto gritó Oscarito, rojo por haberse aguantado la respiración.

A Oscarito nunca lo habían abrazado así. "'Uy, me vas a sacar las tripas!" se quejó Oscarito.




El papá lo cargó y la mamá no dejó de besarlo, mientras lo llevaron a casa a jugar con sus Legos.

Oscarito sonrió al ver que antes de cerrarse la puerta de la casa, los papás a los niños les hicieron pow pow, aunque pareció más doloroso que humillante.


Salaverga