lunes, 4 de octubre de 2010

Odio tanto que...

No creo en lo sublime ni en la grandeza de las cosas. Desconfío de la gente que encuentra belleza en todos lados. Considero que el amor es más necesidad que realidad. Dudo de la inocencia de los niños. Odio a las personas optimistas. Estoy seguro de que el sonreír constantemente no hace del mundo un lugar mejor. Pienso que, si existe, Dios necesita unos cursos urgentes de administración de empresas. Detesto la belleza sobrevaluada, es más, dudo que algo sea bello. He dejado de creer que en la vida funcione cualquier tipo de brújula. Me repugna el compromiso y la lucha por algo. No creo en la culpa y mucho menos en el arrepentimiento. Pienso que el amor maternal es cosa de responsabilidad. No veo la perfección como algo más que autoflagelación. Soy incapaz de ver el dinero como algo más allá que la necesidad de reconocimiento. Veo la felicidad como algo utópico e inexistente. Desconfío de mis palabras y de mis pensamientos... Dudo de mí.

Hoy no quiero creer en nada que no seas tú... el problema es que no existes.