lunes, 8 de junio de 2009

Ella

Hace poco más de tres años la conocí. De ideas similares, pensamientos profundos cubiertos de un optimismo nada estúpido, y gustos demasiado similares a los míos como para no sentirme identificado. Voz dulce, expresiones faciales directas de un anime, y la complicidad tácita que hacen de una amistad algo adictivo e íntimo. La vida era más valiosa.

Inevitablemente, y por un ciclo que aún mantengo que es inescapable, a través de estos años hemos fluctuado en cercanía, frecuencia, emoción y entendimiento mutuo. Nunca apostamos a que seríamos perfectos ni hemos llegado a los extremos de las relaciones humanas, pero eso mismo es lo que nos ha permitido resurgir de nuestros peores momentos con fuerzas renovadas para seguir compartiendo lo que somos, con el cambio que el tiempo nos ha dejado.

Las muchas etiquetas que hemos compartido, ciertas, implícitas, convenientemente acordadas o de plano engañosas a cualquiera que no nos conozca bien, son testimonio de que hemos pasado por etapas que nos fortalecieron tanto como nos marcaron.

Ayer, después de un tiempo corto en que hemos estado metidos en nuestros asuntos personales y excluyentes, volví a verla. Y fue como haber estado un tiempo con sed y no saberlo hasta que probamos unas gotas de agua y nos damos cuenta de que nos estábamos secando. Toda la esencia de quien es y lo que la hace única estuvo presente en la brevedad de los minutos que pudimos coincidir, y le dije que es este blog, en el que puedo hablar de todo, hablaría de ella. Porque, a fin de cuentas, ella es parte del todo.

Debí aclararle algo. Que, más bien, ella es parte, y muy importante, de mi todo.