lunes, 9 de mayo de 2011

Monólogo

Hace ya una semana de aquello. Pensé que con el tiempo me sentiría mejor, pero no es así. La sensación terrible se incrementa con el paso no de los días, sino de las horas. El remordimiento es asesino, insoportable.

Creo que aún no lo asimilo bien. Todo parece un sueño, algo irreal. No puedo creer que lo hice. ¿Cómo pude? ¿Cómo fui capaz?

Soy una persona muy insegura. A veces, cuando pensaba en sus ex novios perfectos y me sentía celoso, me reconfortaba pensar que yo tenía algo que ellos no tenían. Algo dentro de mí. Que yo, por dentro, era mejor. Ahora sé que no es así.

Tengo pesadillas todos los días. Amanezco con un hueco en el pecho que no me deja en paz. Tengo ganas de llorar varias veces al día. Lo hago. Incluso enfermé.

Sufro.

Sufro y lo peor es que no sirve nada. Sufro y eso no ayuda, no purifica, no desvanece la culpa poco a poco, no reconforta en lo más mínimo, no otorga ningún perdón.

Sufro y todo sigue exactamente igual. El concepto que tenía de mí está hecho pedazos y el mundo no se detiene para que yo pueda recogerlos y pegarlos.

Sí, sé que sueno fatalista y etcétera. Pero no lo entienden. Todo se me movió. Mi idea del amor, el mundo, y de mí se derrumbó. Al haber traicionado yo, yo que creí que jamás lo haría, que perjuré jamás lo haría, me queda bastante claro que no se puede confiar en NADIE.

“No puedes traicionar a alguien a quien amas”, siempre había creído eso. Ahora resulta ser que creí mal. Que se puede ser lo suficientemente idiota para traicionar a los seres que amas. Que se puede ser así de imbécil.

¿Aprendí algo de esta experiencia? Sí.
¿Estoy arrepentido? Sí
¿Seguiré luchando por remediarlo? También.

Pero algo murió para siempre.

Ella merece algo mejor. Seré mejor.