lunes, 11 de diciembre de 2006

ALO


Lex se dirigía rumbo a su cueva, así le llamaba él a su linda morada al sur de la ciudad. Ya el sol se había ocultado y la mayoría de las personas se dirigían hacia sus hogares después de una larga jornada laboral. A unos calles de la cueva de Lex, había ocurrido un gran accidente que fue recordado por los medios de comunicación durante semanas. Pero Lex ni siquiera se enteró a pesar del ruido de las ambulancias. Estaba demasiado concentrado en lo que había hecho hace algunas horas. Podría ser considerado un traidor por la sociedad, sin embargo, sabía que ya la sociedad lo había mandado al carajo desde el principio. Pocos se animaban a brindarle algo que comúnmente es conocido como amistad. Eduardo era parte de la excepción, el cual no sólo platicaba con él sino que, incluso, se había animado a presentarle a su novia, cosa poco común en él.

Lex estaba a punto de llegar a su cueva, la mirada fija y con un puño fuertemente apretado. Horas antes Lex había visto a la novia de Eduardo. La fue a buscar a su casa, cosa común cuando se quedaba de ver con él, sólo que en esta ocasión Eduardo se encontraba a kilómetros de distancia. Lex había planeado semanas atrás buscar a la chica. Tenía pensado quitarle la novia a Eduardo no intentando conquistar su corazón sino contándole todos los secretos que en algún momento su amigo tuvo a bien decirle. En cuanto a la chica, Lex le importaba un pepino, lo haría únicamente para fregar a su amigo. Cosa que recurrentemente hacia con personas cercanas a él y que un médico después lo relacionaría con el complejo de Edipo e incontinencia sexual.

Lex entraba ya a su cueva. Rememorando todo lo que le dijo a la chica e ideando la manera de cómo verse inocente ante lo ocurrido. Incapaz de crear ideas en su cerebro se sentó frente al televisor, se tiró un pedo y se quedó dormido.

Ángel Caído.