viernes, 8 de diciembre de 2006

Este fue un clásico, hoy sólo queda el dolor


Salía del CUC más temprano de lo habitual. Sentía como mi cuerpo me imploraba retirarme de ese lugar lo más pronto posible. Desde que había despertado ésta mañana sabía que no debía haberme levantado. No tenía la fuerza suficiente para llegar a la escuela, hablar con mis compañeros y escuchar la clase. Ni siquiera me sentía capaz de abrocharme los zapatos.

El calor es el culpable de todo, me hizo conciente de que seguía vivo y que aún no era el momento de irme de este mundo. Es por eso que decidí salir de clase sin avisar a nadie. Aunque me dio la impresión que nadie notó mi huida.

Ya rumbo al metro vi a una chica, nada en especial, cualquier cosa. Se dirigía en la misma dirección que yo. Pero a diferencia de mí, ella iba acomodándose la blusa a cada instante. Su objetivo era claro, no debía de mostrar una parte de su cuerpo ubicada entre su espalda y su trasero en el momento en que caminaba.

Me enferman ese tipo de tipo de chicas. ¿Qué necesidad tienen de estar sufriendo todo el día pensando en que están mostrando más de lo que deben? No cabe duda de que la moda es cruel. La chica simplemente era incapaz de caminar a gusto y disfrutar de la mañana. Se que yo tampoco desfrutaba de la mañana, pero mis razones no se reducían a una parte de mi cuerpo.

Decidí seguir a la chica. En esos momentos no había cosa más emocionante que eso. Ella llevaba ya cuatro veces un reacomodo de blusa en tan solo dos cuadras y media. Cuando llegó a la séptima ocasión tuvo una brillante idea, decidió meterse la blusa al pantalón, pero solo de un lado. Ya decía yo que esta joven no era nada estúpida.

Estaba dispuesto a preguntarle de su insistencia en mantener oculta su espalda. Pero ante el temor de escuchar una respuesta mediocre decidí contenerme. Posiblemente era la presión de sus lonjas lo que no le permitía sentirse libre por completo o no quería estar en desventaja ante todas la demás féminas alrededor, las cuales han hecho que vomitar no sea una moda utilizada únicamente al final de una fiesta.

Comencé a acelerar el paso, quería saber que era lo que esa chica ocultaba con gran empeño. Gran decepción, no había nada ahí, era una trampa para que la siguiera. Su movimiento de bajarse la blusa ya resulta como una autómata. No tenía nada que mostrar pero ella insistía en hacer ese movimiento una y otra vez. La desilusión logró que regresara el hartazgo que sentía desde la mañana.

A un paso del metro comprendí que había estado siguiendo a una desconocida y eso ameritaba que me acusaran de algo indebido. Entré rápidamente al metro y cerré los ojos, ni siquiera me fije que ruta tome. No me importaba saberlo, todos los lugares me resultaban igual, a donde me dirigiera vería la misma mierda de siempre.

Voy hacia cualquier lado, con un sueño infernal, el estomago vació y el nombre de una chica en la mano.

Ángel Caído