martes, 26 de diciembre de 2006

Odio la navidad (Diálogos de lavadero I)



Después de haber vivido al máximo los festejos navideños, he confirmado mi odio por ésta fecha tan especial. Supongo que ciertos factores me han llevado a pensar de esa manera.

Y no es sólo el hecho de felicitar a quien me importa un carajo felicitar, ni el estar obligado a comprar regalos por compromiso (En parte porque soy un avaro despreciable), ni el verme obligado a tener contacto con “familiares” que ni siquiera conozco pero que me dicen que hay un “vinculo” que nos une, por favor.

Sin embargo, decidí mostrar mi cariño haciendo un par de llamadas a esas personas especiales. Desgraciadamente todas esas personas ya no se encontraban en sus hogares por lo que no pude expresar mis sentimientos guardados durante tanto tiempo. En fin, será en otro año.

Pero mi espíritu navideño no se había consumido. Supongo que ver
Una navidad con los Muppets logró alargar mis sentimientos. Así que me dirigí a realizar mis acostumbradas compras (Nada que presumir ya que tengo un presupuesto menor que el asignado al INAH y además tengo que ahorrar ahora que le subieron el precio a la leche Liconsa). El centro comercial estaba a reventar, demasiado contacto con la “civilización” me enferma a las 2 horas, por lo que me apuré a comprar lo necesario y huir rápidamente.

Sin embargo, no pude evitar ver la humillación que sufren algunos empleados al ser obligados a vestirse y actuar de manera denigrante, aunque debo reconocer el ingenio de los dueños que lograron que más de una vez sonriera con la necesidad de comer de las personas.




Ya en mi casa decidí ver un poco de televisión en donde se anunció la película navideña de esta temporada. La hija de Santa en donde la protagonista era la ex playmate Jenny McCarthy. Aclaro que no estaba viendo un canal porno, la película era totalmente familiar y estúpida, aunque es bueno imaginarse a la hija de Santa haciendo cochinadas.

No voy ni a la mitad de mi relato y ya me resulta muy largo este texto. Por lo que concluyo contándoles que escuche el sonido de celular más naco de mi vida. Sí, lo adivinaron, es el himno del América y de su dueño ya ni hablo.

Me despido, esperando poder escribir en otra ocasión todo lo que he omitido pero sólo pensarlo me da flojera.

Felices fiestas. Da igual.

Ángel Caído.