lunes, 2 de noviembre de 2009

El eclipse de 1991

¿Dónde lo vieron ustedes?

Yo en Polanco (¿¿??), frente al reloj ese del parquecito, en el edificio de departamentos donde según me dijeron vive (o vivía) el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas (uy uy). (Agrego unos ¿¿?? extra). Había mucha gente con sus vidrios quemados (tecnología de punta), pero predominaban los lentecitos de cartón cortesía de Bancomer (cuando era amarillo y verde, muy brasileños ellos).

Los pajaritos se durmieron (ay los pajariiiiiitos). Cuando el sol se puso negro, se oyó el grito al unísono de toda la delegación Miguel Hidalgo (ay los veciiiiinos).

Hubo una señora que se quedó ciega, pero no por desobedecer las instrucciones de los comerciales (haga lo que haga NO VAYA A VER AL SOL porque diosito le va a QUEMAR LOS OJOS) sino por shock nervioso. Un señor se murió. Eso dijeron en las noticias.

Yo no me morí ni me quedé ciega porque los adultos malos a mi alrededor se habían creído todo eso de la ceguera INMINENTE y me consideraban muy estúpida como para cubrir mis ojos apropiadamente con los celofanes de Bancomer, o sea que con trabajos me dejaron levantar la cabezota para medio ver el solecito ennegrecido con rayitos alrededor. Y mi santa madre andaba muy en la luna (¿en el sol?) para evitarlo.

–Mira qué bonito el eclipse. ¡YA NO VEAS! ¡TE VAS A QUEDAR CIEGA! –dijeron los adultos malos–. Vámonos ya a comer sopa de pasta porque es muy nutritiva.

Pffff. Total, a mí los espectáculos naturales ni me gustan.

Tamara.