lunes, 30 de noviembre de 2009

No eres tú, soy yo.

Estúpida excusa que todos hemos dicho en algún punto de nuestra vida para librarnos (sin tanta culpa) de aquella persona que antes nos hacía sentir rinocerontes en el estómago y hoy nos estorba.

Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Antes pensaba (y ahora me doy cuenta de mi error) que había estado enamorado dos veces en mi vida, (y eso confirma las veces que uno trata y hasta logra hacerse pendejo con respecto a los sentimientos) pero no, enamorado, lo que se dice enamorada, sólo una vez en mi vida y fue de los 18 a los 21.

La persona en cuestión era mi adoración, mi máximo, tanto que hubiera sido feliz (en ese entonces claro) hasta viviendo bajo un árbol, mientras fuera con ella, nanais me importaba.

En aquel entonces, mis sentimientos eran única y exclusivamente de ella, todo lo mío incluyendo lo tangible y lo intangible, le pertenecían. Era mi punto y aparte, mi paso siguiente siempre el siguiente.

Pero que hizo, me fue infiel y me soltó el “no eres tú, soy yo”.

Y me pongo a recapitular, después del fracaso amoroso y la ruptura de corazón y su consiguiente etapa de duelo, hoy a mis ejem.. años sigo sin volver a sentir esos sentimientos locos, ese algo que quería explotar o salirse de mi pecho.

El año pasado lo inicié con una nueva relación seria. Todo fue bien hasta que dejé de sentir las mariposas (hasta creo que en realidad nunca verdaderamente las llegué a sentir) y me tocó soltarle el “no eres tú, soy yo”. En estos momentos, ella es el yo de hace años. Lo entiendo.

Justo ahora me encuentro en otra relación, más libre, sincera y abierta, y por lo mismo, peligrosa. Muy peligrosa. Intenté alejarme por mi salud mental y emocional, pero al final no pude. Ahora sé que ella siempre va estar presente, ahí, siempre ahí, asechándome y tentándome.

¿Por qué, si es peligroso para mí, no me retiro y me voy? Por la simple y sencilla razón de que me devuelve la emoción, siento poco a poco crecer esa sensación de explosión en mi pecho, esas ganas locas desenfrenadas de cometer estupideces y poner mi corazón en juego. Otra vez.

Y sinceramente esta vez, a pesar de todo, es cuando más miedo tengo de escuchar el “no eres tú, soy yo”.