viernes, 12 de agosto de 2011

Crónica

En el camiòn que me trajo esta mañana al edificio inteligente donde trabajo me tocó ver una cosa francamente aterradora. Yo venía de pie y debajo de mí, ocupando asiento, un niño de -calculo 6 años- trataba a su madre como si fuera su amante o algo peor. Todo iba bien hasta que el chiquillo, sabrá dios por qué, comenzó a golpear en las tetas a su mamá. Eran golpes secos, con fuerza de niño educado a madrazos. La madre contenía los ataques diciendo nada más: "te voy a acusar con tu papá". Y la figura del padre se alzó frente a mí como un ser despiadado y cruel que al mismo tiempo era papá de todos los pasajeros ahí atrapados. El niño le dijo a su mamá que era una puta. La mamá le dijo que ya no lo quería. Entonces él tomaba con sus dos manitas el hocico de la mamá y movía los labios contra la voluntad de ella y decía, fingiendo voz maternal, "te quiero" y a mí me regresaron las ganas de vomitar el único vodka que me entró a la panza anoche. Y la mamá le quitaba las manitas pero el escuincle insistía en torturar a su madre picoteándole la boca. Yo busqué comprensión en las miradas de los pasajeros que rodeábamos el incidente pero sólo encontré ojos sin alma. Como de perro. Luego el niño se abrazó a su mamá y le decía que la amaba y se quedó dormido. Y lucían hermosos con el sol apenas si acariciándolos, como la foto de un detergente. Y juro que pensé en decirle a la mamá_ "su hijo está maleducado, por què no lo avienta por la ventana" pero mejor no. Luego sale peor. Y luego me regañaron por llegar tarde a la oficina pero no fue mi culpa, en serio. Es esta pinche cadena de tristezas infinita y gris que me arrastra y encadena, es como si el tráfico de la ciudad ya fuera un estilo de vida. Y el niño soñaba algo, sé bien qué es lo que estaba soñando pero no les voy a decir.

Neb