martes, 24 de julio de 2007

...

“Vamos a la casa del Señor”,

dicen los desamparados.

Dicen, decimos.

“Los afueras son inclementes y ásperos;

son ciegos y pobres de olfato”


Ellos, nosotros, buscamos el abrigo, el refugio.

No nos basta la piel, ni el amparo de la luz carnosa

de la luna.


No nos consuela la voz del Señor

que nombró templo a nuestros cuerpos.


No hay templo alguno en las afueras.

No lo hay tampoco dentro.


“Vamos a la casa del Señor”,

decimos y no vamos:

no hay dentro ni afuera, casa alguna

ni Señor.


Filiberto Cruz Obregón