lunes, 31 de marzo de 2008

Mala vibra


Hoy me desperté de buenas, empecé el día con el pie derecho, decidí dejar atrás la hormonada y las cosas gachas del fin de semana. Fui al gimnasio (ya voy a uno menos sórdido, en éste no se rompen los aparatos mientras los uso y no hay que hacer fila para usar la máquina corre-corre porque ps básicamente hay muchas y no sólo una), me bañé con agua calientita, me puse mi blusa de cuadritos favorita, regué mis plantas, llevé siete kilos de ropa a la lavandería, me compré mi litro de leche en los abarrotes de la esquina, y me dispuse a enfrentar una jornada laboral llena de felicidad trasnacional (¿quihubo con el comentario chairo?). Todo iba viento en popa (amo las expresiones marítimas que no vienen al caso, ¿qué es una popa?).

Como ya era tardesón, tomé un taxi. Saqué mi plaquetóper con fruta y tofu (desayuno de campeones) y me lo empecé a comer tranquilamente. Yo chomp-chomp y el taxista empezó a contarme, así nomás:

-El dueño del taxi me lo va a quitar porque le debo cuatro días, y yo, yo no sé qué hacer, porque perdí a mi esposa hace un mes: el cáncer, esa MALDITA enfermedad me la arrebató, perdóneme usted la expresión, pero MALDITO el cáncer. Y a mi mamá, a mi mamacita santa, la acabo de sacar del hospital, me la acaban de entregar, a ella que es paralítica, ¡PARALÍTICA! Pero a mi niña, a mi pequeña hija, a ella no la he podido sacar del hospital, porque no tengo dinero, y ya hablé con el jefe de doctores y nada, él tiene mucho dinero, yo nada, y no puedo sacar a mi hija, ¡MI HIJA! ¿Y sabe qué les hicieron señorita, SABE? ¿A mi mamacita santa y a mi hija? ¡Las violaron! Los vecinos fueron, sé que fueron los vecinos, ¡LOS VECINOS! Y no sé cómo, pero los voy a encontrar, me cae que los voy a encontrar. ¡Pero cómo le hacen a eso a mi hija, MI HIJA, y a mi madre, MI MADRE, que además es paralítica, PARALÍTICA! Y yo sin el coche, que me lo van a quitar, porque aunque el dueño tiene mucho dinero, muchos taxis, y para él no es nada lo que le debo, pero no escucha, no entiende razones, no tiene corazón.

Mientras tanto yo: chomp-chomp. ¿Chomp-chomp?

No sabía si creerle o no. Después de todo a NADIE le pueden pasar tantas desgracias de golpe, al menos no fuera de la Época de oro del cine mexicano. Además no es de dios contarle tanta cosa a una pobre señorita que lo único que pretende es comerse su fruta y su tofu y llegar a la oficina a empezar su semana alegremente.

Llegué a mi destino. El taxímetro marcaba treintaytantos pesos, yo pagué con uno de cincuenta y, por si las moscas, le dije al ñor: así está bien. Me fulminó con la mirada y no me dio ni las gracias: seguro esperaba que le diera, ya de perdis, uno de a cien, después del chorazo que se había aventado.

Moraleja: hay que inventarse choro por choro, tragedia por tragedia. Todas de golpe son inverosímiles.

Plaqueta.