viernes, 7 de marzo de 2014

Encierros


Ayer me encerré en una sala de cine. Buscaba distraerme, quitarte de mis ojos, borrar tu sabor estancado en mis dientes y hacer a un lado tus manos que estrangulan mi memoria y me dejan sin voz y sin ganas de nada. Llevo semanas durmiendo con la misma ropa del día. La luz de mi cuarto continúa prendida y mi cama es un campo de batalla donde la ropa ha ido acumulándose formando una cobija densa que no me cubre del frío. Ayer me encerré en el cine y elegí la cinta más violenta y cruda que encontré en cartelera. Observé las reacciones de la gente mientras la sangre escurría de la pantalla y mientras todos lloraban por las vísceras y la injusticia, yo me sentía ridículo al estar llorando a oscuras por mi corazón madreado y por mi refresco light de un litro que sabía a mierda. 

Quiero llevarte a mi lengua y hacerte ahí una cueva. Quiero que seas mi película permanente y sin intermedio. Quédate. Porque sin ti mi mundo parece una sala de cine mudo y sin otra audiencia más que la desgracia.