lunes, 8 de octubre de 2007

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Tengo abierta una ventana entre tú y yo. La abro, con la esperanza absurda de ver que quizá escribes algo para mí, que quizá en tu escritorio, en tu desktop, en tu ciudad húmeda y obscenamente ajena cruza por tu mente la posibilidad de vernos los bites, transformando ceros y unos en crípticos mensajes a través de los cuales, adivinarnos las ausencias.

Observo, cuidadosamente tu playlist, adivinándola a través de los pertinentes cambios de nick y pienso en esa película, sí... y me dan ganas de ir al zológico contigo, tomándote la mano. Y pienso en construir túneles virtuales que me comuniquen contigo, telepáticamente para decirte "hey, estoy aquí y te observo". Pero eres un hombre muy ocupado, vives allá, donde no se te puede alcanzar. En cierta forma, siempre fue así: una llamada cada seis meses o cada año, un viaje sin coincidencias o dos... y sólo en voces ausentes reflejábamos los nombres con que solíamos llamarnos.

Y cambia la canción y veo que no la reconozco, eres diferente. Eres ajeno. Aún así, me dan ganas de pedirte -- oh, no, en el interludio yo he empezado a escuchar Tunnels de Arcade Fire -- que purifiques los colores, que esparzas sus cenizas sobre mi corazón y que de noche, mis ojos te iluminen.

En el playlist (mío): Neighborhood #1 y An anné sans lumiere.
En el playlist (de él): Perfect Day, Lust for life, Sergio Mendes, El cerebro.