jueves, 4 de octubre de 2007

Sobre la igualdad de género


Y ayer tuve insomnio. El sueño no se apoderó de este mi cuerpo decadente hasta pasadas las tres de la mañana y a las ocho ya estaba con los ojos pelones cual búho sentada en la cama dispuesta a enfrentar lo que suele ser un día miserable. Cuando no duermo, todo lo veo a la misteriosa luz de una jaqueca terrible.

Aún así, fui a un evento sobre equidad de género, donde se dieron discursos larguísimos que tuve que soportar en una silla minúscula, entre dos señoras copetonas que amenazaban mi integridad física cada que decidían cambiar de posición. En algún punto de la conferencia se mencionó que la mujer sufre violencia, discriminación y marginación y que no se explican como es que esto sucede si la mayoría de la población en el estado es femenina. Quise levantar la mano y darles mi muy humilde opinión, pero comprendí que se trataba de uno de esos eventos de "nos regordearemos en nuestro ampio saber e ignoraremos los hechos, shalalala".

Se proponía obviamente legislar para lograr la equidad de género y yo me quedé pensando que ahora por ley los hombres no deben abrirle la puerta a las mujeres, que ellas trabajen, y mantengan a sus maridines, que les den permiso de paternidad. Las mujeres cargarán las bolsas del súper, harán las reparaciones de la casa y se irán a ver el futbol con sus amigotas. Indudablemente las mujeres son objeto de una constante discriminación, pero creo que un número importante de ellas lo promueve.

Por ejemplo, si sales con un galán, esperas cual damisela en peligro que te abra la puerta del auto, te deje entrar primero al bar mientras te sostiene la puerta, pague los tragos, te haga propuestas indecorosas y si todo prospera adecuadamente, puedas contraer matrimonio con él y te mantenga, mientras te dedicas a regar las plantas y cuidar a los pequeños hijos, que esperas no sean más de dos, y de preferencia niños porque las niñas dan más trabajo. ¿Conocido? Es el panorama del 78.6% de las mujeres que conozco.

No se puede legislar a favor de una equidad que no existe en la mente de las mujeres. Los hombres, pobrecillos, han tenido que mantenerlas por siglos, y nunca dijeron "esta boca es mía". Para empezar, las mujeres que quieran equidad de género, deben dejar de verse a sí mismas como objeto de cambio: una casa bonita y un diamante a cambio de tus aspiraciones, y derecho de réplica. De regentearse por un ramo de rosas o una cena en un restaurant costoso.

Como todo, el tema tiene sus puntos profundos: la violencia emocional y física que sufre un amplio número de mujeres. La que les escribe alguna vez recibió sus golpes por parte de su entonces bombón de aparador. Le costó mucho trabajo convencerse de que sí, era sangre lo que le salía de la boca y que ella, con su flamante licenciatura en finanzas, era una estadística más. No obstante, reconozco: la discriminación y la inequidad empiezan en la mente de la mujer, la inamovilidad de las ideas y los valores sociales opaca y vuelve obsoleto cualquier legislación al respecto.

Dre.