viernes, 11 de septiembre de 2009

Odio tanto que...

Seguramente todos ustedes han notado que soy una persona tolerante y paciente. ¿Que no, que no lo han notado? Pues hay que ser más observadores, coño. Como sea, hay algo que me cuesta mucho trabajo soportar, y es extraño, porque además de provocarme aversión, también me da cierta pena ajena, hecho que sólo comprueba la existencia de un espíritu compasivo en mi persona. Tan compasivo yo.

Esa cosa de la que hablo se llama ternura forzada: grandísima asnada. Los tiernos wannabe –que en su mayoría son mujeres- siempre me han dado asco. Sus muecas estúpidas, el tono de su voz, y la manera en que caminan, deberían ser motivo suficiente para ser decapitados por orden del Estado.

De verdad, chicas, ¿qué les hace pensar que a sus 25 años el hablar como bebé y caminar como patito las convierte en personas “tiernas” y “abrazables”? Parecen RETRASADAS: lo son. Por mí pueden hacer lo que les venga en gana, es más, actúen como imbéciles todo lo que quieran: pero con una pistola en la boca.