jueves, 14 de febrero de 2008

Sobre el día del amor


Estoy harto de que la gente termine casada y procreando, no con quien más quiere en el mundo, sino con quien el reloj biológico y el reloj social le indica que debe ser. Dudo ser claro. Acabamos amando a quien nos agarró abrazado cuando era tiempo de multiplicación y constancia, no ya a quién consideramos es el amor de todos los tiempos. Uno acaba entregando su alma entera a cualquier mensa. Además pasando por alto esa cosquillita fea que (ponga aquí su nombre) nos hizo, recalcitrantemente, sentir. Todo está mal, eso se sabe.

He estado enfrente de las mujeres más hermosas del mundo, ajá, las he visto sonreirle a un sudamericano, a un barbudo, incluso a mí. Ahí están, siempre en la mesa de a un lado. Y me encanta sorber lo que le queda a mi vaso observándolas, imaginando que yo soy la respuesta a sus más profundos problemas. Las he visto, bailando con su amigo gay. Las he visto, atentas a su reflejo en un espejo enorme; y sí, su billet de labios permanece inestable, su ex un patán, su país lejos, su mirada perdida en lo que no fue, en el eterno preguntarse -qué hice mal-

He abordado microbuses y vagones del metro, me he sentado a su lado, las recolecto: mis dulces y probables "acaso", mis quizá.

¿Y si le hago plática? Y si decido obsequiarles no sólo la poca alma que me resta, no sólo mi vida entera y mi ombligo y mis ganas de cumplir 28 años viendo sus sombras proyectarse en mi baño. ¿Y si le obsequio todo lo que soy a esa extraña que mastica su hamburguesa en la mesa de enfrente?

Bah, no nos hagamos tarados. Todas son las mujeres de nuestra vida porque los muertos no aman. Pero... ahí está ella, la que coincide en la misma ruta de pecero que nosotros, la mujer policía que manipula el mal tráfico de las 10 a.m., la vecina de los perritos grises, la que atiende tal o cual restorán o taquilla del metro Ermita.

A ellas que he amado y jamás lo sabrán: si en mis manos estuviera, con sus nombres construiría parques y plazas de cemento cómodo, bustos, avenidas... un juego mecánico emulando sus vaivenes.

Gabriel Rodríguez